Fueron tan sólo 10 días, pero le dieron forma al terror. En las barriadas de Liubliana, la capital de Eslovenia, los jóvenes soldados eslovenos repelían las agresiones del Ejército de la todavía antigua Yugoslavia. Cerca del aeropuerto de Liubliana se produjeron bajas de soldados que quisieron ser mayores, pero que una guerra fratricida les cercenó la ilusión.

En las fronteras entre Eslovenia e Italia también hubo combates y bajas. El control de las puertas fronterizas era vital para uno y otro bando.
Finalmente las carreteras circundadas por los bosques frondosos, como el de Krakovska, fueron también escenarios donde se dejaron las almas los soldados de ambos bandos.

Recuerdo cómo disparaban los MIGS yugoslavos contra las posiciones eslovenas. Uno de sus misiles explotó en un tanque. Un soldado esloveno salió despedido. Quedó a los pies del carro armado. El soldado no tuvo tiempo ni de pensar en lo que estaba por vivir. Su cuerpo parecía un muñeco desarticulado. Nunca olvido aquella escena. Fue una guerra de tan sólo 10 días, pero con 46 bajas y centenares de heridos.

Viví la guerra de la antigua Yugoslavia de una manera intensa. Regresé muchas veces. La tengo como parte de mí.

Han pasado 27 años de aquella tragedia, y queda conmigo el estigma de una de las primeras guerras que cubrí como corresponsal especializado en conflictos bélicos. Se trató de una guerra entre hermanos que nunca tuvo sentido.

Ahora, casi 30 años más tarde, cuando el mundo es global y no alcanzamos a entender la rapidez de la tecnología, Cataluña dice que tiene que buscar una independencia a lo “esloveno”. El Presidente catalán, Quim Torra, anunció este fin de semana que Cataluña buscará esa vía. En otras palabras, que no se van a arredrar en conseguir la independencia, aunque sea a través de la violencia. Dice que ya han perdido el miedo y que lucharán por todos los medios en buscar la “libertad”.

Considero que Cataluña, como el resto de las 16 autonomías del Estado español, dispone de una libertad total dentro del Estado de Derecho. Que el Presidente catalán tan sólo pronuncie la frase de la no paz obedece a una salida de tono y forma propia de un niño; un bisoño que parece que no crece. Se trata de un acto de profunda irresponsabilidad.

No tiene más que mirar a lo que ocurrió en Eslovenia para entender que no cabe la posibilidad de la violencia entre españoles. Creo que la inmensa mayoría de catalanes y del resto de ciudadanos del Estado español no buscamos la confrontación. Estamos a favor de la sensatez por encima de un puñado de descerebrados independentistas que se contagian unos a otros en usar la violencia para buscar la independencia.

En el fondo lo que realmente están buscando es conseguir más dinero. Lo decía Azaña en sus memorias que los catalanes y vascos sólo saben pedir, y pedir y pedir.

Estamos en pleno siglo XXI. El mundo viaja por bloques. No hay cabida para esperpentos nacionalistas anacrónicos; mucho menos para un supuesto conflicto por un puñado. Pero eso de amenazar está muy bien. A lo mejor consiguen más dinero.