Ahora sí, Andrés Manuel López Obrador ya es Presidente de México, y con los diputados y senadores tiene el control del Congreso, pero sólo le falta uno de los tres poderes para poder estar tranquilo con las reformas que ha estado promoviendo.

El Poder Judicial es el único que se ha inconformado con las diversas medidas y propuestas que ha anunciado López Obrador; de entrada, gran parte de consejeros, jueces y magistrados se han amparado contra la reducción salarial, situación que incluso ya llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El 30 de noviembre pasado, el ministro José Ramón Cossío cumplió su periodo como ministro y dejó vacante un cargo que en las próximas semanas será fundamental para la elección que está por venir.

Antes de que finalice el actual periodo de sesiones del Congreso de la Unión, el presidente Obrador deberá mandar una terna al Senado de la República para que sea elegido el nuevo ministro, si es que intenta injerir en la siguiente elección al interior de la SCJN.

En tanto y como se lo platiqué desde hace un par de meses, en la Suprema Corte de Justicia ya empiezan a moverse las piezas para lo que será la elección interna del próximo ministro que la presida.

Sabemos que algunos ministros se encuentran preocupados por la llegada de Andrés Manuel López Obrador, pues algunos ministros tienen la idea de que esto signifique que el ahora Presidente conforme un nuevo tribunal constitucional que esté por encima de la Corte.

El temor que tienen es que ocurra lo mismo que con la reforma constitucional de 1994, en la que se dio uno de los cambios más significativos; en esos tiempos el máximo tribunal estaba compuesto por 26 ministros y el cambio fue tan sólo dejar a 11, tal y como lo conocemos hoy.

Fue en ese entonces que los primeros días de 1995, el presidente Ernesto Zedillo envió 18 propuestas para ser votadas por el Senado; en ese momento fue conformada una Suprema Corte con una mayoría de ministros con los que simpatizaban el PRI y el Gobierno federal.

Con los años y la conclusión de los periodos de diversos ministros, el PRI y PAN tuvieron que llegar a un acuerdo; cuando saliera un ministro, una vez le tocaría al PRI elegir y otra, al PAN.

Es así que en 23 años ningún otro partido pudo o quiso meter mano en la designación de los ministros. Pero las cosas podrían cambiar, ya que en enero próximo se elige a un nuevo titular de la Corte.

Técnicamente le toca a López Obrador mandar la terna, y con ello apresurar al nuevo Senado a que nombre al ministro de la Corte faltante, ministro que, por cierto, por primera vez sería el que proponga Morena y por tanto un partido distinto al PRI y al PAN.

La elección del próximo presidente de la Corte tiene relevancia, pues su designación como la del nuevo ministro entrante podría modificar la balanza de las decisiones y de los futuros casos que lleguen a la Corte, como pueden ser las reformas constitucionales que presente tanto el Presidente de la República electo como el Congreso.

A esto hay que sumarle que para febrero también saldría de la Corte la ministra Margarita Luna, lo que da una nueva oportunidad para colocar un segundo ministro propuesto por Morena.

Así, el futuro de la Corte pende de tres nombramientos.

No es un secreto que uno de los candidatos para contender por la presidencia de la Suprema Corte es Arturo Zaldívar, quien a pesar de ser considerado un hombre externo al Poder Judicial, contaría con el apoyo de la ministra Olga Sánchez Cordero en caso de que Andrés Manuel López Obrador arribara a la Presidencia.