Un domingo que terminé en urgencias por un dolor fuerte en la cara y el cuello, que de repente se inflamó como si me hubiese dado bocio en minutos, me llevó a una serie de exámenes que arrojaron una glándula salival obstruida, cuyos análisis llevaron a un hallazgo que ni se buscaba: tumores en mi tiroides. Siguieron exámenes y me anuncian que lo mejor sería quitármela.

En lo inmediato me imaginé quedar con una espantosa cicatriz atravesando todo mi cuello y, apesadumbrada, busqué por la Web cómo borrar cicatrices. Mi sorpresa fue encontrarme con un montón de páginas que hablaban de la luna. No entendí por qué la propuesta de tales páginas, pero decidí abrirlas y leer. Así empecé a descubrir la influencia de la luna en la naturaleza y sobre todo en las mujeres. La cultura hebrea basa sus festividades en ella; siembran y cosechan según las lunas; incluso cortando el árbol bajo cierta luna no se apolillará su madera. El ciclo lunar es de 28 días como el ciclo menstrual. Sabemos que en luna llena habrá muchos más partos, me confesó un ginecólogo.

Desde la antigüedad, la luna está asociada a la esencia de la vida, y aún hoy en día, pueblos indígenas realizan rituales para propiciar en la mujer desde fecundidad hasta creatividad. Aunque los investigadores nos dicen que mujeres y hombres de la prehistoria vivían en igualdad de circunstancias, después no fue así. La historia ya nos habla de la mujer que desde hace varios miles de años se compraba y vendía, como esclava o esposa. Y lo comento para entrar en la valoración de lo que hoy somos las mujeres. Cuestión ontológica que nos ha llevado a pasar de sumisas a insumisas. Las insumisas que se vistieron de hombres o tomaron los hábitos para poder acceder al conocimiento, al desarrollo de un oficio, de una profesión, a la fama, etcétera, que exigieron, desde el siglo XX en México, poder votar y, más tarde, poder ser votadas. Las insumisas que arrebataron espacios políticos en México y a quienes sólo se les otorgaba si eran esposas o allegadas, y a veces juanitas, ganando 20%, después 30%, 40% y llegar hasta el hoy, este 2018, 50% de los espacios de elección popular con igualdad de oportunidades.

Desde finales del siglo XIII que Guillermine de Bohemia intentó crear una religión de mujeres hasta nuestro siglo XXI, que mi amiga Nancy Vergara ha sido la primera en crear un partido político sólo de mujeres en Colombia, podemos decir que lo hemos intentado todo y experimentado todo. Y aunque hay quienes nos hayan querido negar como protagonistas, nuestras figuras lo han sido desde nuestra presencia en pinturas, esculturas y como musas, hasta nuestras propias creaciones artísticas y literarias.

Las mujeres del siglo XXI podemos palpar nuestros senos para consultar nuestra salud (existen 10 decesos al día por cáncer mamario en México), tomar las calles reclamando ni una menos y decidir sobre nosotras mismas y nuestro entorno. Ya decía Simone de Beauvoir: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Todo lo tenemos y lo contenemos.

En 1792, Mary Wollstonecraft escribe la Vindicación de los derechos de la mujer, planteando demandas novedosas: igualdad de derechos civiles, políticos, laborales y educativos, y derecho al divorcio como libre decisión de las partes. Y en 1843, Flora Tristán, leída por Marx más tarde, vincula las reivindicaciones de la mujer con las luchas obreras. La mujer y el reconocimiento a nuestro trabajo siguen siendo, aún hoy, una batalla sin cuartel.

Mientras siga habiendo niñas en lo alto de las sierras en Chihuahua, Guerrero, Oaxaca, etcétera, que no tengan acceso al conocimiento y oportunidades, no bajaremos el ritmo en el combate. La lucha por la equidad de género constituye un objetivo de desarrollo y desafío contra la pobreza, en pocas palabras, hacer viable y sostenible la democracia: soberanía del pueblo (artículo 39).

¡Viva Olympe de Gouges y las mujeres que nos antecedieron! No puede darse un cambio en las estructuras económicas, mientras no se dé una transformación de las relaciones entre los sexos. No somos machos o hembras en una jerarquía social natural, sino mujeres y hombres en una construcción social arbitraria. La igualdad e igualación entre distintos sólo podrá lograrse por reivindicaciones institucionales desde trincheras como las ONG, los partidos políticos y las familias.

Me quitaron la tiroides en luna nueva y se ocultó cualquier cicatriz que pudo haber quedado. A la luna se le habla en plural porque siempre es distinta, y de las lunas, la de octubre es la más hermosa, ¿será mujer?