Nacimos con The Beatles. Crecimos, y Dire Straits tocaba temas que parecían del futuro. Poco después, al principio de nuestra madurez, Queen decoraba el silencio con melodías del más allá, notas que solamente a ellos se les habría ocurrido.

Las televisiones en los 60 eran en blanco y negro. En España, la programación se interrumpía a la hora de comer hasta que el sol se escondía y volvía a prenderse aquel aparato que fue una revolución. Lo mismo le ocurrió a la radio. Aquellas voces policromadas se convertían en grises por la vetusta vida de las vetustas radios. En aquella época todo estaba al alcance de la mano.

Han pasado sólo 40 años de aquello, y el mundo global jamás volverá a ser como el que vivimos.

La información se conoce en tiempo real. Discurre tan rápido que deja de ser noticia antes de que se sepa. Las redes sociales nos invaden como íncubos que merodean para sembrar el mal e Internet se ha convertido en el mayor espacio de libertad utilizándolo con decoro.

El hombre se hace longevo. La tecnología aplicada a la medicina y la buena alimentación hacen que la vida se estire. Falta todavía poder comprar vida, pero me temo que eso no pasará. Dentro de pocos años superaremos la barrera de los cien, y muchos vivirán para contarlo.

El hombre ha creado la mayor fuente de conocimiento tecnológico en todos los campos, y hoy estudia cómo ser feliz. Podremos volar en aviones supersónicos que superarán de nuevo la barrera del sonido. Los robots serán los que conduzcan los aviones, trenes, barcos, coches.

Los diferentes estados están fabricando robots humanoides. En un futuro no lejano los habremos creado a nuestra imagen y semejanza como Dios creó al hombre. Pero, cuidado, ¿quién no nos dice que su inteligencia artificial pudiera superar a la del hombre?, ¿es tan difícil poder imaginarlo?, ¿resulta disparatado? Porque desde la inflexión de las Torres Gemelas todo ha ido demasiado veloz como para poder asimilarlo. Y en ese caso, ¿podrán llegar a dominarnos?

Lo dijo Stephen Hawking. El ínclito científico alertó que la inteligencia artificial podría acabar con la humanidad. No parece tan ridículo pensarlo, y esta reflexión en voz alta me anima a pensar si algún día podrían tratar al ser humano como éste trata a los animales.

Nadie habla del tema, nadie lo hace por desconocimiento o miedo. Hollywood es el único que lo hace a través de sus películas y nos da tips relevantes. Los grandes visionarios también lo hicieron. Julio Verne fue una revolución para su época cuando su imaginación nos enseñó lo que mucho tiempo después sería una realidad.

1984, de George Orwell, es otra obra tan futurista como actual con hombres convertidos en autómatas.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley, precedió los vaticinios de Orwell. Metrópolis, de Fritz Lang, también fue futurista. Los ricos vivían en la parte superior y los esclavos, en la parte inferior. Salvo ellos y pocos más, nadie se atreve a pensar en el futuro inmediato de los hombres.

Ha llegado el momento de parar, de tomar aire e intentar estudiar todo lo que nos acontece. Ha llegado el momento de darle un sentido antroposófico.
Nos olvidamos de que somos hombres y no máquinas. Parece que no nos importa saltar a un vacío tan oscuro como infinito. Todo, todo depende de nosotros. Estamos en un momento en el que todavía podemos mirar hacia atrás y escuchar de nuevo a The Beatles.