La forma más simple y contundente de rendir un tributo a la estadía de Matías Almeyda en México, sería enlistar sus cinco títulos, magnificar lo que representó devolver a Chivas un trofeo de liga, entender lo remota que lucía la posibilidad de observar al Guadalajara en un Mundial de Clubes.
Otra manera más reveladora, emotiva, con tintes casi místicos, será recapacitando en la profunda relación que tejió no sólo con la masa social del Rebaño, sino con buena parte de la familia futbolística mexicana.

¿Cuánto tiempo ha trabajado en nuestro país, ese personaje que propició manifestaciones a su salida de Chivas y que con tanta insistencia fue pedido como seleccionador tricolor? Apenas tres años, en los cuales su equipo no siempre fue brillante y en los que hubo torneos desastrosos. Sin embargo, eso no aplacó el drama que supuso para la afición, incluso para el plantel mismo, su salida del timón rojiblanco: un cisma al interior del Chiverío como tenía mucho tiempo sin verse.

Milagro de fe, Matías hizo que Chivas se atreviera a creer tras largos años de escepticismo, que su plantel recuperara una autoestima que parecía muy lejana. Eso, tratándose de una institución limitada a elementos mexicanos, tuvo repercusiones que trascendieron lo deportivo, fue un fenómeno social.

Su historia toma mayor intensidad al haber concluido con el entrenador en el centro de una batalla entre lo que suele ser en el futbol mexicano y lo que debe ser o tendría que ser: en un proyecto en el que se vendería a una estrella sin siquiera ser consultada (Rodolfo Pizarro), en el que se pretendió bloquear a un defensa estelar en represalia por ejercer un derecho laboral tan lógico como decidir no renovar contrato (Oswaldo Alanís), en el que las primas prometidas a los futbolistas no fueron pagadas ni al cabo de un año (sin reacción de la federación), Almeyda apostó por la decencia y así le fue: en el apoyar no sólo a su colectivo, sino a lo que era correcto, terminó sepultando su era en Chivas y, de paso, su candidatura al Tri.

Por ello, no podemos dejar de aproximarnos a su firma por un equipo de la MLS con cierta nostalgia: no sólo por lo mucho o poco que pudo aportar en términos tácticos y técnicos, sino, sobre todo, por lo que revela su súbito orillamiento: un futbol cínico, sin principios, aferrado a la rapacidad.
Twitter/albertolati

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