Foto: Daniel Perales Nos han dicho que los sismos no se van a acabar. Ahora le rogamos a Dios que nunca vuelva a pasar un temblor: Vicente Guerra Antonio  

En Santa María Xadani, municipio colindante con Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, habita la familia Jiménez Santiago, conformada por los abuelos Javier Antonio Jiménez, campesino de 97 años de edad, y Minerva Santiago, quienes no hablan español, sino zapoteco, y sus nietos, entre ellos Vicente Guerra, muxe a cargo del cuidado de los ancianos.

A unos días de que se cumpla el primer año del sismo del 7 de septiembre que afectó la región, Guerra recordó que aquella noche lo primero que hizo fue auxiliar a su abuelita, quien se encuentra en silla de ruedas; mientras que su primo despertó a los niños que estaban durmiendo.

“Durante el terremoto alcanzamos a salir corriendo a la calle; se fue la luz, la gente comenzó a llorar porque no paraba de moverse la tierra. A unos minutos de que pasó el sismo esperamos a que amaneciera, nos quedamos sentados en la calle, empolvados, con tierra encima y viendo cómo nuestra casa se cayó. No había comida, los niños tenían hambre y miedo”, narró.

La mayoría de las viviendas del Istmo de Tehuantepec son de adobe y ésta fue erigida por los tatarabuelos de Guerra.

El muxe (término que se usa en Oaxaca para referirse a las personas de sexo masculino que asumen roles femeninos) recordó que el 8 de septiembre, un día después del sismo, el presidente Enrique Peña Nieto llegó a la puerta de la casa de su abuelita y le prometió ayudarla a reparar la vivienda, lo cual le cumplió. En aquellos días los funcionarios realizaban recorridos en las zonas devastadas.

“Nosotros damos gracias al Gobierno que nos otorgó el apoyo. Nos volteó a ver, nos ayudó para la construcción, porque sin su ayuda no se hubiera hecho la construcción de la casita. Le damos las gracias a Peña Nieto, porque él dio el ánimo para seguir adelante. El 8 de septiembre él llegó hasta la puerta de la casa y le dijo a mi abuelita que la apoyaría para reconstruirla, y le cumplió”.

La familia levantó una parte de la vivienda con la ayuda gubernamental y puso en práctica las recomendaciones que les dieron los albañiles, como emplear varillas, utilizar más cemento y reforzar las paredes para que resistan los próximos temblores.

Tanto los Jiménez Santiago, como los damnificados por el temblor, sólo hicieron una petición al Gobierno estatal, federal y las organizaciones que los apoyaron en la reconstrucción, poner hamacas en las casas, toda vez que por el calor no duermen en camas ni utilizan colchones.

Guerra mencionó que a un año del temblor, los niños siguen teniendo miedo y que cada que vibra la tierra salen corriendo del hogar. “Aún tienen el susto. Les pedimos que se calmen, que no salgan corriendo a la calle”.

LEG