El día más triste para el Rebaño contemporáneo. Día de confusión, de estupefacción, de incomprensión.

 

Sólo un proyecto con afanes autodestructivos, sólo un liderazgo que busca serlo apelando a la más mediocre imposición y no a la ejemplaridad de sus valores, sólo el absurdo de una directiva que prefiere saltar por el barranco antes que admitir su ignorancia, podían llevar a esto: echar al mejor entrenador que el Guadalajara ha tenido quizá en varias décadas y, sin duda, desde que Jorge Vergara compró al equipo prometiendo lo que, hoy estoy seguro, jamás entregará.

 

Si en un momento Vergara estuvo menos lejos de las glorias ofrecidas cual politiquillo en campaña, fue con el director técnico del que se ha desprendido de la peor forma: sin modales y, sobre todo, sin dimensionar el daño infringido a la institución, la ruptura social, la implosión en el vestuario, quien tome ese sitio habrá de construir sobre rencores y cenizas, nada más quedará.

 

¿De qué se puede acusar a Matías Almeyda? Más allá de haber conquistado títulos a los que la feligresía chiva estaba del todo olvidada, de respaldar a sus jugadores cuando se les adeudaban montos con un año de antigüedad, de apelar a la legalidad y al sentido común, de pese a todo sacarles un rendimiento traducido en trofeos.

 

Seguramente José Luis Higuera, Francisco Gabriel de Anda, Jorge Vergara o quien sea que haya propiciado este derrocamiento, preferirían a algún DT sin compromiso ni moral, capaz de abandonar a sus futbolistas ante el impago, incluso de amedrentarles: callar para jugar.

 

Mala suerte, se toparon con un personaje muy superior a ellos: en talento, en coherencia, en valores, en química con una afición a la que dejan muy golpeada.

 

Si su problema era económico, tenían que ponerle nombre ante la opinión pública, generar conciencia, aceptar la crisis y manejarla, preceptos básicos de una comunicación organizacional que, por lo visto, sólo conocen para burlarse de rivales con desplegados o tuits. Haciendo las cosas como las han hecho, dejan al Club Deportivo Guadalajara manchado y huérfano, generando que buena parte de los aficionados se pregunte si vale la pena seguir ahí con tanta devoción, con la sensación de haber sido traicionados.

 

Con todo precipitado (o, más bien, inmolado), ya puedo decirlo: días atrás tuve un breve diálogo con Matías Almeyda en el Estadio Olímpico de Kiev. Le dije, “no nos dejes”. Me respondió con rostro triste, con una mueca de abatimiento, “no los dejo; ellos me quieren dejar a mí”.

Misión cumplida para la directiva rojiblanca: sin una figura tan querida y respetada como la de este entrenador, ya podrán controlar al equipo…, si es que algo remotamente cercano a eso queda. Lo dudo.

 

Twitter/albertolati+

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