El sello halal, que certifica las comidas permitidas por la ley islámica, es impulsado por autoridades y empresarios mexicanos, que ven en él una enorme oportunidad de negocio en los países musulmanes, un potencial de mil 800 millones de personas.
“Si nos quedamos en una producción típica de la que hoy tenemos es que (en un futuro) sólo podremos llegar a dos tercios del mundo. La población musulmana representa una oportunidad de mercado a nivel mundial y no tradicional para México”, dijo el director de la asociación Mexican Beef Exporters, Rogelio Pérez.
Hoy en día, 30 firmas mexicanas ya exportan productos cárnicos mediante la certificación halal, y el Gobierno se comprometió a lograr que 120 fabricantes de productos tan diversos como carne de res y pollo, alimentos del mar enlatados, salsas o café logren la certificación este año.
“El objetivo que tenemos es alcanzar exportaciones por mil millones de dólares al mercado de los consumidores islámicos”, indicó el vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, en la presentación de una estrategia para expandir el comercio agroalimentario.
Diversificar se ha convertido en una de las palabras de moda desde que Donald Trump ganó las elecciones en noviembre pasado, poniendo en la encrucijada los más de 500 mil millones de dólares de comercio anual con EU y 80% de las exportaciones de México.
El sello halal requiere cumplir con una serie de estrictas especificaciones.
Los productos no deben contener en su composición nada que sea considerado ilícito según la sharía o ley islámica, lo que implica que deben ser preparados, elaborados, transportados y almacenados utilizando aparatos o medios que estén exentos de aquello que sea ilegal.
En este contexto, el sector ganadero en México busca adaptarse a un mercado que les puede reportar, sólo para la carne de res, alrededor de 20 mil toneladas y 100 millones de dólares, indicó Pérez.
Grupo Gusi, con más de 100 mil cabezas de ganado y 20 mil reses sacrificadas al mes, es una de las empresas cárnicas que ya gozan de certificado.
Actualmente vende 65% de sus piezas en México, mientras que 35% restante se exporta a Estados Unidos, Canadá, Japón y Hong Kong.
“Estamos iniciando operaciones en el Medio Oriente, especialmente en Catar, donde México como país tiene la certificación para exportar a este país”, contó Manir Chujfi, director de Exportaciones de esta firma con sede en el estado de San Luis Potosí .
Para el representante de la compañía, Gusi ha encontrado en los “mercados religiosos” un nuevo nicho de oportunidad; primero lograron la certificación kosher para judíos y ahora el halal para musulmanes.
Para cumplir con el sello, el control es estricto. El animal, que no debe ser insensibilizado, se sacrifica habitualmente de un corte al cuello y mirando a la Meca, siguiendo un rito hecho por un musulmán.
Además, “hacer una producción halal implica cuidados en contaminación cruzada, cuidados en inocuidad, en sanidad. Son cuidados que hoy en día ya tenemos como estándar en la industria mexicana”, explica el representante de Mexican Beef Exporters.
Una delegación de empresas cárnicas acudieron hace un mes a una feria de comida en Dubái, y encontraron un mercado “impresionante”, aseguró el representante de Grupo Gusi.
“Allá afincamos los primeros pedidos y estamos en vías de exportar un contenedor de 25 toneladas para fines de abril”, explicó Chujfi.
Será el primer transporte a tierras de Oriente Medio de esta empresa precursora en México en la carne halal, que en esta ocasión también mandará parte del producto a Estados Unidos, donde se procesará para hacer pastrami.
Con el sello halal, el segundo país con más católicos del mundo busca ampliar su abanico comercial en un momento convulso, por muy exótica que suene la palabra en una nación donde solo viven tres mil 760 musulmanes, de acuerdo con datos oficiales de 2010.

 

 

El sello Halal
Según el Instituto Halal, la principal entidad que otorga sellos en España y que, desde diciembre, es la encargada de certificar empresas en México, el “haram” es todo aquello que está prohibido en la ley islámica.
Por ejemplo, la carne de cerdo o jabalí, los animales carroñeros, los que fueron sacrificados sin invocar el nombre de Dios, la sangre, el alcohol, los aditivos, conservantes y colorantes o incluso la pornografía.