No estoy seguro de que el de editar libros sea un negocio para masoquistas, como suele decirse en esos ambientes con un poco de autocompasión y un mucho de broma autoindulgente, pero sin duda es un negocio para corredores de fondo, para personas con resistencia, para criaturas pacientes.

 

 

México tiene hoy un panorama alentador en términos de la edición independiente. Pululan, en efecto, los bravos que se juegan los nervios, el tiempo y los dineros con apuestas editoriales arriesgadas, y a menudo sobreviven en el intento.

 
Hay en especial dos sellos que han logrado no nada más sobrevivir durante varios años, sino, sobre todo, construir catálogos sólidos, propositivos, prestigiados. Uno es Almadía, de origen oaxaqueño, con una extensa nómina de autores –en especial– mexicanos y un diseño editorial de verdad notable que se debe al talentoso Alejandro Magallanes.

 
El otro es Sexto Piso, que se ha apuntado unos cuantos hits con autores del país, pero que tiene sobre todo un ojo envidiable para leer y traducir las literaturas que se hacen en el mundo, a las que se suman una buena colección de títulos ensayísticos, una de libros para niños y otra de novela gráfica. Son, ambas editoriales, agitadoras de las ferias de libros, impulsoras de autores jóvenes, inventoras de nuevas formas de entender el negocio.

 
Pero seamos justos. Estos dos casos venturosos tienen un antecedente notable, que es el de Ediciones ERA. Fundada en el año 60, esta casa es responsable de que leamos entre otros muchos a Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska o Sergio Pitol, a quienes publicó partes medulares de su obra –Días de guardar, Entrada libre, Las batallas en el desierto, La noche de Tlatelolco, Hasta no verte Jesús mío, El desfile del amor, La vida conyugal–, pero también en alguna medida a Carlos Fuentes –en su catálogo está Aura, su libro más vendido– más una importantísima parte de la historiografía mexicana o sobre México, para empezar a Friedrich Katz o a José Revueltas, o catálogos indispensables como el de Remedios Varo.

 
Es sabido que el nombre de la editorial es resultado de un juego con las iniciales de sus fundadores. La R es del gran diseñador y artista visual Vicente Rojo, la A de José Azorín. La E pertenece a la familia Espresate: dos hermanos y una hermana se arremangaron para echar adelante el proyecto. Esta semana trajo la mala noticia de que Neus, la hermana, notable corredora de fondo, imaginativa, valiente, murió a los 82 años de una complicación respiratoria.
Espresate, con E de editora.