Para el empresario conservador Mauricio Macri no ha sido fácil sortear las aguas procelosas de su primer año en el poder, luego de heredar un desastre resultado de las políticas populistas de la dinastía Kirchner.

 

El hombre de negocios ligado al fútbol Mauricio Macri quizá no se imaginaba que fuera tan complicado desmantelar las pesadas estructuras populistas de la era inaugurada por Néstor Kirchner y seguida por su viuda Cristina.

 

Macri ha debido enfrentar un panorama recesivo y una inflación rampante, en medio de acusaciones de la oposición que lo señala como responsable de aumentar los niveles de pobreza en Argentina.

 

Sus detractores no cesan de echarle en cara que no ha logrado cumplir sus promesas de campaña, pero quizá se les olvida que 12 años de una economía cerrada, con la comunidad financiera dándole la espalda al país no se borran de la noche a la mañana.

 

Milagrosamente, por fortuna, todavía la mayoría le concede el beneficio de la duda, lo que explica sus altos niveles de popularidad.

 

Macri se jacta de haber logrado buenos resultados entre los que menciona el fin del control

 

cambiario que había originado fuertes devaluaciones, el acuerdo con los principales deudores, por el tema de los llamados “fondos buitres” y el término del “default” de 15 años que le abrió de nueva cuenta al país la llave de los créditos externos, sin los cuales pocos países pueden funcionar con normalidad, sobre todo economías medianas como Argentina.

 

Además, la nación sudamericana goza de una mayor credibilidad e inclusive otorgó autonomía al Instituto nacional de estadísticas y censos, que durante la era Kirchner había servido de “tapadera” para ocultar los altos niveles de pobreza e inflación.

 

Todos recuerdan cuando el 10 de diciembre de 2015, Macri apareció bailando cumbia en el balcón de la Casa Rosada tras colocarse la banda presidencial, luego de ganar las elecciones al frente de la alianza “Cambiemos”.

 

Quizá en ese momento ni Macri ni muchos que lo aplaudieron en la histórica Plaza de Mayo calculaban que fuera tan difícil cumplir las promesas de sanear la economía y desterrar la pobreza.

 

Muchos señalan que inclusive el ex presidente del club de fútbol Boca Juniors ha inaugurado una nueva forma de populismo de derecha un poco menos burdo que los de izquierda de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua.

 

La buena imagen del mandatario obedece, según analistas, no a sus malos resultados en la economía o el combate a la pobreza y el desempleo, sino a que ha cumplido su promesa de perseguir judicialmente a su antecesora Cristina Kirschner y ha dialogado con los sindicatos y con los legisladores, aunque muchos saben que haciendo arreglos “bajo la mesa”, o como se dice en México, “en lo oscurito”.

 

Aunque su gestión ha decepcionado a muchos, sobre todo a los sectores “duros” del peronismo, la esperanza de la mayoría de los argentinos todavía se cifra en la labor que desempeñará en los años que restan a su gestión.

 

Para el año próximo Macri enfrentará una “prueba del ácido” cuando tengan lugar las elecciones legislativas intermedias que serán el barómetro para medir la presión social y saber si puede aspirar a un segundo período.

 

Según la consultora Ricardo Rouvier, Macri es el político mejor posicionado en la opinión pública con 53,6% del apoyo de los argentinos (un poco menor al 60% al llegar al poder), mientras que la ex presidenta Fernández sólo se adjudica el 39% de popularidad y enfrenta un rechazo de casi el 60%.

 

Por ahora, los argentinos esperan que cumpla una de sus promesas más difíciles de cumplir, la de remover el cuestionado “impuesto a las ganancias” para salarios medios y altos.

 

Macri se juega el todo por el todo con las futuras elecciones y si logra su partido mantener la mayoría en el Congreso sabe que el futuro será todo suyo.