A veces hay que tener una sana distancia para intentar comprender situaciones que parecen inauditas. Estaba todavía en México cuando, ahora hace una semana, Donald Trump se dejaba caer como una losa sobre las espaldas de un presidente Peña agotado por los bajos índices de popularidad.

 

Nunca escribo sobre México, a pesar de ser mi otro país. Si lo hago hoy es por la figura del personaje estadunidense que puede ser muy perjudicial no sólo para México, sino para un nuevo orden mundial.

 

Después de una semana, tengo que morderme los labios para no decir exabruptos, para no escribir frases extemporáneas. Todo ello sobre lo que pienso de este personaje, que no hace sino denostar acerca de un país del que tendría mucho que aprender.

 

Comprendo el enojo de mis conciudadanos al permitir que Donald Trump fuese invitado por el presidente Peña; más aun que le prestara un altavoz para poder expresar, en nuestra tierra, sus vericuetos mentales enlodados, que es por donde se mueve. Todavía me enoja que unas horas más tarde, desde su país –de manera algo cobarde–, dijera que el famoso muro lo tendremos que pagar nosotros.

 

Hasta aquí estoy de acuerdo en todo con el desatino de su presencia y el enojo general. Una vez dicho esto, creo que hay ciertos matices a considerar.

 

Cuando en España me preguntan por qué invitó el presidente Peña a Donald Trump, respondo lo mismo: “Por si gana. Imaginemos ese escenario que no es tan descabellado. Hace muy pocos días, según algunos periódicos estadunidenses, Trump había acortado distancias de tan sólo un punto contra la candidata demócrata Hillary Clinton”.

 

Una persona del rencor de este señor podría hacerle la vida más imposible a México y a otros muchos países. No podemos olvidar que nos separan tres mil kilómetros de frontera, y llegado el caso, más vale tenerle como “amigo” que como enemigo acérrimo.

 

Personalmente creo que la estrategia del presidente Peña fue acertada, reiterando todo lo que representaba la visita “non grata” del personaje en cuestión.

 

Si Donald Trump estuviera lejos del camino a la Casa Blanca, no representaría ningún peligro. Sin embargo, cuando un tipo de su estatura intelectual acaricia el poder, el tema se complica, y mucho.

 

Más me preocupan sus votantes, ésos que le escuchan frases como las que ha llegado a decir. Recuerdo aquella que sentenció que podía disparar contra transeúntes en la Quinta Avenida de Nueva York y la gente le seguiría votando. Una auténtica barbaridad impropia de cualquier candidato de un país democrático. Sin embargo, para los votantes de Trump, éste es un héroe y eso lo hace aún más peligroso.

 

Pero, además, el solo hecho de decir que va a levantar un muro constituye un agravio para la comunidad mundial. Mientras la libertad intenta derribar las paredes que siguen en pie, centenares de personas perdieron sus vidas al intentar saltar el muro de Berlín, el símbolo de la libertad, este señor pretende agraviarnos levantando un muro físico, social y de una baja autoestima moral. No sólo es una afrenta para los mexicanos, sino para todos los individuos que queremos acabar con cualquier atadura dictatorial.

 

Después de una semana sigo pensando que la estrategia del presidente Peña fue acertada. En todo caso, eso ya es irrelevante. Lo que sí es determinante es que este señor, de cuyo nombre no quiero acordarme, no llegue a la Presidencia del país más poderoso del mundo. Nadie se lo merece, empezando por los propios ciudadanos estadunidenses.