Los cambios en el gabinete anunciados el miércoles tienen un significado muy diferente a los de hace un año, cuando José Antonio Meade pasó a la Sedesol; Claudia Ruiz Massieu, a Relaciones Exteriores, y Aurelio Nuño, a la SEP, entre otros.

 

En aquel entonces, el presidente Enrique Peña Nieto esperaba que por lo menos dos de los mencionados crecieran políticamente, bajo la sombra del secretario de Hacienda, y aprovecharan la oportunidad de oro que les daba el “líder”; demostraran de qué están hechos y lograran consolidarse en la lista de los aspirantes a la candidatura presidencial de 2018. Hoy se comprueba que era demasiado pedir, por lo que aprovechando las circunstancias políticas, se vio en la penosa necesidad de “quemar dos fusibles”.

 

Lo más relevante de dichos cambios, a juicio de los observadores políticos objetivos e imparciales, es que Peña envió una importante señal, cifrada, pero al fin señal. “Quizá hoy no se terminen de entender, pero estoy seguro que llegará el momento en que se comprenda el porqué de la decisión tomada”, dijo Peña Nieto después de hacer los cambios en su gabinete, a modo de explicación.

 

¿Qué vamos a entender? Preguntan los susodichos observadores. ¿Que finalmente decidió empezar a construir al que podría ser el candidato del PRI para 2018?

 

A principios de este año comentamos en esta columna: el Presidente de la República va a esperar el término del cuarto año de su administración, año de elecciones, para deshacerse de algunos jamelgos –los más desnutridos y desgarbados–, pensar en sustituciones y meter en el derbi sucesorio al menos a un par de verdaderos caballos de carreras. Mientras tanto, agregamos, es hora de que varios integrantes del gabinete presidencial despierten de sus sueños guajiros y vivan la realidad que les tocó en suerte, y que nada tiene que ver con sus ambiciones presidenciales. Por ejemplo, ¿qué tienen que hacer en el arrancadero caballitos de feria como Eruviel Ávila Villegas, gobernador del Estado de México; José Antonio Meade Kuribreña, coleccionista de carteras ministeriales –un hombre “muy estructurado”, dicen sus fans–, y hasta Manlio Fabio Beltrones Rivera, dirigente nacional del PRI, que busca por todos los medios a su alcance quitarse la etiqueta de “apestado” que le colgaron los peñanietistas guardianes de la puerta de Los Pinos.

 

Y no nos equivocamos. Más aun, hace un año, cuando se dieron los cambios, comentamos aquí: en este momento, el priista mejor posicionado para buscar “la grande” es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, por su trayectoria y experiencia, a pesar de los graves y numerosos tropezones que ha tenido y seguirá teniendo en la superdependencia a su cargo. Detrás de él, otros tres integrantes del gabinete presidencial luchan a brazo partido para mantener vivas sus expectativas: el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso; el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, y, por último, el secretario de Desarrollo Social, José Antonio Meade. Dos ya están fuera de la competencia.

 

Y hoy, hoy, hoy, Osorio sigue siendo el mejor posicionado.

 

¿Eso será lo que quiso decir Peña Nieto de que hay que esperar para comprender el porqué de la decisión tomada?
Por otro lado, llama la atención que quienes “pusieron el grito en el cielo” por los cambios, y en especial por el nombramiento de Luis Miranda en la Sedesol, hayan sido el PAN y el PRD, argumentando que va a operar la elección del Estado de México. ¿Y por qué le tienen miedo?