¿A qué viene la Alemania de Hitler en época olímpica que entre muchas otras cosas celebra la unidad y el respeto entre países?

 

Bueno, se la debemos al francés Renaud Lavillienne, quien era hasta hace algunos días campeón olímpico y poseedor del récord mundial de salto con garrocha y quien logró elevar la furia del pueblo brasileño tan alto como suele llegar con su pértiga.

 

Resulta que la gente que estaba en el estadio olímpico la noche del lunes, no respetó el esfuerzo de los competidores al abuchear a los atletas que competían ante los locales, cosa que no es correcto y es completamente ajeno al espíritu olímpico.

 

El francés fue víctima de esos actos, lo que provocó su molestia y declaró que este comportamiento le recordaba a la Alemania Nazi de los Juegos de Berlín en 1936 donde la gente se metió muy fuerte con Jesse Owens por su color de piel, habrá que recordar que una de las más grandes intenciones de Hitler era demostrar la supuesta superioridad de la raza aria en esos juegos, cosa que frustró el norteamericano al ganar oro en 100 y 200 metros planos, relevo cuatro por cien y salto de longitud. “En 1936 la multitud estaba en contra de Jesse Owens. No vemos eso desde entonces. Tenemos que lidiar con esto”, dijo el francés.

 

Poco después reconoció que se había excedió en la comparación, pero igualmente criticó el comportamiento del público, situación en la que estamos de acuerdo. Un estadio olímpico no se presta para eso. En el ambiente debe reinar el respeto y la admiración por los atletas sin importar la bandera que defiendan.

 

Después, oreció disculpas, mismas que en Río no estuvieron dispuestas a aceptarlas y lo demostraron el día de la premiación.

 

El francés terminó segundo después de un gran duelo con el brasileño Thiago Braz.  Su nombre se escuchó en el sonido local para recibir la medalla de plata y un abucheo retumbó en el estadio. Era el público brasileño volviendo a mostrar su rostro hostil.

 

Entonces Renaud no pudo más, y mientras sonaba el himno brasileño dejó correr las lágrimas: eran de coraje, de molestia y de arrepentimiento.

 

Sí, fue muy lejos con la declaración, pero abuchear a un medallista habla muy mal de la gente de Río que no ha estado a la altura.