Mariano Rajoy hizo suyo el viejo proverbio chino que aconseja: “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo” y la apuesta, aunque arriesgada, le resultó.

 

El presidente en funciones del gobierno español, y ganador de las elecciones del pasado 26 de junio en España, lo único que hizo fue dejar que se pelearan sus dos más fuertes contrincantes, Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Pablo Iglesias, de Podemos, surgido de los famosos “indignados”, que se hicieron pedazos durante las campañas y así pavimentaron el camino para el triunfo del Partido Popular (PP).

 

Dos factores contribuyeron decisivamente a esta victoria: una que el PSOE estaba en crisis y fuertemente dividido y otro que Podemos no pudo superar sus hábitos partisanos, es decir, se comportó como un grupo de militantes antisistema y no como un verdadero partido.

 

El candidato y líder del Partido Popular inició esta semana sus contactos para formar un gobierno de minoría, pues está totalmente descartada la posibilidad de una alianza con los socialistas, debido a aquello de que “el agua y el aceite no se junta”.

 

El viejo zorro de la política española se reunió en La Moncloa con la minoritaria Coalición Canaria (CC), que tiene un diputado, y prevé luego un encuentro con el Partido nacionalista vasco (PNV), con cinco.

 

Aunque la victoria de Rajoy podría leerse como pírrica, pues obtuvo 137 escaños, por debajo de los 176 que se requerían para obtener la mayoría absoluta que le hubiera permitido formar un gobierno exclusivo del PP, la mayoría de analistas descartan que se convoque a una tercera elección, debido a que ya los ciudadanos españoles comienzan a hartarse de los juegos, los malabarismos y los actos de prestidigitación de los políticos de su país.

 

Rajoy está tratando de formar un extraño Frankenstein con pedacitos de aquí y de allá –que incluye a formaciones provinciales muy pequeñas y de distintos colores ideológicos–, aunque cuenta con el apoyo de los 32 diputados del centrista partido Ciudadanos.

 

El líder socialista, Pedro Sánchez, segundo político más votado en los comicios con 85 escaños, no ha dado la cara a los medios, pero ha dicho haciéndose el digno que votará contra la investidura de Rajoy, faltaba más.

 

La “chiquillada”, como se le llama en México a los partidos pequeños, está feliz en España, como la cenicienta que la invitan por primera vez a un baile en el palacio real, porque por primera vez se codea con las grandes ligas de la política en la Península Ibérica.

 

Después de una primera reunión de Rajoy con el secretario general de la Coalición Canaria, José Barragán, éste declaró que “será fácil” llegar a un acuerdo con el PP pues basta con que el partido gobernante abra las arcas para mejorar la precaria situación de las islas.

 

Rajoy quizá esperaba ganar con un mayor margen pero apenas obtuvo 14 escaños más que en los comicios del 26 de junio, pero aunque la cosecha fue magra, le basta para seguir al frente del despacho de La Moncloa.

 

El recio político español enfrenta el riesgo de que sus aliados se peleen entre sí, pues por ejemplo Ciudadanos está molesto porque Rajoy quiere un entendimiento con el Partido Nacional Vasco, ya que rechaza su exigencia de favorecer a los reos del grupo armado separatista vasco ETA.

 

Rajoy sin embargo cree que cualquier alianza es buena, aunque provenga de organizaciones de dudosa reputación, si bien no piensa contactar con Bildu, heredero de Batasuna (brazo político de ETA), que tiene dos escaños, pero sí con los independentistas catalanes de Esquerra republicana de Cataluña (ERC), que consiguieron 9 diputados.

 

Los números de Rajoy no fueron malos, pero sí contrastan con los de 2011, cuando obtuvo 44.6% de los votos y ganó 186 escaños, 10 más que los necesarios para formar gobierno (176). A pesar de ese vasto respaldo electoral, Rajoy tuvo un desempeño mediocre, con una economía en picada, un desempleo rampante y una imagen pública por los suelos, lo que hizo que todos auguraran su posible fracaso.

 

Sin embargo, los analistas no contaban con que sus enemigos estaban en peores circunstancias, lo que permitió a Rajoy sacar provecho de la debilidad de sus adversarios para dejarlos que solitos le allanaran el camino a la victoria, aunque precaria, en diciembre pasado, porque apenas consiguió 28.7% de los votos y consiguió 123 diputados.

 

Luego vino el desgastante rejuego de formar gobierno y ante la imposibilidad de una alianza consistente al cabo de cuatro meses de estira y afloja, el rey Carlos VI decidió disolver el parlamento y convocar a nuevos comicios.

 

Los pitonisos pensaban que Podemos podría desbancar al PSOE del segundo lugar, al aliarse con Izquierda Unida, pero esa coalición no logró romper la geometría ideológica de España y para sorpresa de todos Rajoy, enlodado en casos de corrupción dentro de su partido y en las instituciones que gobiernan, resurgió de sus cenizas y creció su apoyo en las urnas de 28 a 33%, aumentando su cosecha de escaños de 123 a 137.

 

La cifra puede ser baja para los que ven el vaso medio lleno pero lo cierto es que es el único político con un liderazgo reconocido en España, para ser un hombre de derecha.

 

Los analistas interpretan este vuelco en las urnas como un triunfo del “voto del miedo” a la izquierda radical, una galvanización del voto de los conservadores que se sumaron con los centristas y un clamoroso fracaso de los ex “indignados”, que perdieron un millón de votos entre la anterior y la más reciente elección quizá porque enseñaron el cobre al unirse con IU. El futuro es todavía incierto y Rajoy no tiene asegurada la posibilidad de ser ungido como presidente.  El PSOE paradójicamente es el fiel de la balanza, pero le tocará la suerte del cohetero. Si se abstiene y evita que Rajoy sea investido le van a chiflar, pero si lo apoya también.

 

No obstante, quiéranlo o no sus enemigos, Rajoy es hoy por hoy el líder más consistente de la escena política española, y esa condición no se la pueden escatimar ni sus peores enemigos.

 

El voto útil

 

5 puntos porcentuales (33%), 14 diputados más (137); un total de 7.906.185 votos; casi 700 mil nuevos votantes en relación con el pasado 20 de diciembre

 

Faltan a la “fiesta democrática”

 

Diez millones y medio de españoles no acudieron en la segunda vuelta cansados del fracaso de las negociaciones para formar gobierno desde hace medio año. Casi uno de cada tres españoles sigue sin ilusionarse con la actual política.