Donald Trump se viene desinflando en las últimas semanas con una seguidilla de derrotas recientes en varios estados, la más importante de las cuales fue en Wisconsin el pasado día 5 en la que le pasó por encima Ted Cruz, que lidera el movimiento ultraconservador Tea Party con una diferencia de 13 puntos.

 

Estos resultados negativos son piedras en su camino para alcanzar el número mágico de 1,237 delegados que requiere para amarrar la nominación republicana a la presidencia antes de la convención partidista, en julio en Cleveland.

 

Ahora, la mira está puesta Nueva York, un estado donde habrá elecciones primarias el próximo día 19 donde tanto Trump como la precandidata demócrata Hillary Clinton encabezan las encuestas.

 

Trump acumula hasta ahora 743 delegados, mientras Cruz contabiliza 545, pero aún falta algún trecho por recorrer, si bien el halo de invencible que solía presumir se debilita.

 

A la luz de estos resultados, el doctor Stephen Ansolabehere, de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, señala en entrevista con 24 HORAS que Trump todavía goza de “buenas posibilidades de convertirse en el nominado” del Grand Old Party, pero considera que si ello ocurriera al final, su rival más probable sería la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, quien “aparece como la más indicada para derrotarlo”.

 

“Más personas tienen una opinión favorable de ella y encabeza las encuestas sobre Trump por una diferencia que oscila entre 6 y 10 puntos”, afirma el experto en elecciones y opinión pública.

 

Por supuesto, nada parece imposible en este año electoral en el que no se descartan sorpresas antes de las elecciones de noviembre que podría alterar este balance de fuerzas, pues Hillary enfrenta una polémica por usar su correo ordinario y no los servidores del Departamento de Estado cuando estaba al frente de esta dependencia gubernamental. Se habla de que su marido y ella misma recibieron donativos de Trump para sus campañas presidencial y senatorial, respectivamente, pero ese no es ningún pecado, pues el empresario suele oscilar como un péndulo en sus ideas políticas.

 

Justo ahora, cuando Trump y Hillary velan armas para su probable contienda por la presidencia, la biblioteca presidencial del ex presidente Bill Clinton publicó este martes más de 450 páginas de documentos sobre el magnate, donde se ve que no sólo ambos personajes no son como “el agua y el aceite”, sino que alguna vez fueron casi compadres, conviviendo en ágapes y reuniones del jet set político e inclusive intercambiaron notas con saludos de aniversarios. “Es una mujer fantástica”, llegó a decir Trump de Hillary, a quien le donó 4,100 dólares para su campaña y luego desembolsó otros 100,000 a la Fundación Clinton, según los documentos.

 

Como buenos newyorkers, Trump y Clinton se encontraron con frecuencia y el primero, de acuerdo a estos documentos, hizo donativos a Hillary durante su campaña al Senado. La ex secretaria de Estado inclusive asistió a la fiesta de bodas del tercer matrimonio de Trump en Palm Beach, Florida, en enero del 2005. Acudió además a la suntuosa recepción para 400 invitados en Mar-a-Lago, la mansión del multimillonario. Trump correspondió asistiendo a por lo menos una decena de cenas, recepciones y otros actos en la Casa Blanca cuando la presidía Bill Clinton (1993-2001).

 

Los vínculos con Trump eran tan estrechos, según los documentos, que cuando el mandatario dejó el cargo los invitó a mudarse a uno de sus rascacielos en Manhattan, aunque la pareja prefirió irse a una residencia que adquirió en Chappaqua, al norte de Nueva York, de acuerdo con lo revelado. Las extrañas revelaciones muestran que los extremos se tocan y que al final de cuentas “todos andamos en el mismo barco” o quizá que las diferencias políticas son meras apariencias y al final a todos los mueve el mismo resorte: el poder.

 

Pero mientras continua acariciando el sueño de la postulación, Trump ha dedicado en sus últimas apariciones públicas a cavar su fosa pues sus trastabilleos constantes en sus mensajes de campaña, sus actitudes racistas, misóginas y los constantes actos de violencia en sus mítines han provocado que incluso sus partidarios más fanáticos empiecen a cuestionarlo.

 

No obstante, el magnate podría llegar a la convención republicana sin alcanzar el número mágico de delegados y entonces sí cualquier cosa puede ocurrir.

 

Los jerarcas del GOP intentan desde hace semanas frenar a toda costa al empresario neoyorquino, a pesar del gran impulso que llevaba y que llegó a parecer imparable.

 

Probablemente en el escenario hipotético de que Trump llegara sin una victoria asegurada, Ted Cruz surgiría como el gran vencedor e inclusive se habla de que podría haber un “tercero en discordia” que pueda asegurar un triunfo ante Hillary Clinton. Ese hombre podría ser Paul Ryan -ex candidato a vicepresidente en 2012 con Mitt Romney-, quien realiza una campaña en la sombra para postularse si el caos se profundiza y goza de buena imagen aún entre el Tea Party además de ser muy aceptable para el establishment del partido.

 

Según recientes sondeos, ante la hipótesis de una “convención abierta”, donde ninguno de los candidatos llega con la mayoría de los delegados, 64% de los votantes republicanos piensa que el partido debería nombrar a Trump si obtiene más delegados que sus rivales y la mayoría se opone a cualquier esfuerzo para coronar a cualquiera que no participó de las primarias.

 

El catedrático de Harvard, autor de cuatro libros, entre ellos The end of Inequality (El fin de la desigualdad), recuerda que ninguna convención ha nominado a un candidato ido más allá de la primera votación desde 1952 por lo que “éste podría ser un momento histórico” y recuerda que ha habido “mucho encono en ambos bandos” en referencia a Trump y la “nomenklatura” republicana.

 

Ansolabehere hacen notar que los dirigentes del partido deben “ser cuidadosos, sin embargo, de evitar el enojo de un segmento clave de su base de votantes, que apoyan a Trump” en su afán de apartar a éste de la contienda.

 

Por su lado, Trump “tendrá que hacer algo para aplacar a los republicanos” de hueso colorado que lo apoyan y creen fervientemente en sus mensajes para que no se sientan defraudados. “Será un balance muy difícil de lograr”, según el estudioso de la política estadunidense.

 

La nominación de Trump, en todo caso, en palabras del catedrático, es “altamente riesgosa para el Partido Republicano” por cuanto probablemente podría provocar una estampida en “uno de los grupos de más rápido crecimiento del electorado, los hispanos”.

 

Sobre las promesas de campaña que el precandidato republicano agita con éxito, incluida la de expulsar del país a 11 millones de indocumentados y levantar un muro en la frontera con México, -que a pocos importa que no tenga mucho sentido o no se pueda implementar políticamente-, Ansolabehere opina: “Si se convierte en presidente, será muy difícil que cumpla sus promesas sobre inmigración, especialmente la de construir un muro en la frontera entre México y Estados Unidos” y explica que “Para hacerlo, tendría que obtener fondos del Congreso, y éste probablemente sería muy poco colaborativo en sus esfuerzos de lo que es ahora”.

 

En el bando demócrata, Hillary Clinton ha venido sufriendo también algunos reveses frente a su rival el senador izquierdista de Vermont Bernie Sanders, de 74 años, que con su victoria en Wyoming el sábado último acumuló ocho triunfos en las últimas nueve contiendas.

 

Para ambos se presenta una oportunidad inmejorable de redimirse de las recientes derrotas y relanzarse al ruedo. Pero aunque triunfe Trump, su futuro es incierto y la Espada de Damocles de una convención abierta todavía pende sobre su cabeza. Todo sigue abierto.