Parto de la base que el mal llamado Estado Islámico, ha golpeado, golpea, y lo seguirá haciendo en cualquier punto del Occidente. Y lo hará porque, para el DAESH y su mentor Al-Baghdaadi, los occidentales somos impíos, tóxicos. No entienden los conceptos de Estado, de Nación, que surgieron en Europa cuando se mal murió la Primera Guerra Mundial y que tuvo que lamerse las heridas para desembocar en la Segunda Gran Guerra.

 

La Umma, es decir, la unión de todos los musulmanes, independientemente del país en el que hayan nacido, es en lo que creen. Sus leyes – La Sharia- con sus principios jurídicos-religiosos son, para ellos inviolables. Cualquier otro intento de explicarles una manera distinta de ver la vida es sencillamente inasumible para ellos. No van a transigir. Tampoco Occidente puede imponerles nada.

 

Pero dentro de Occidente hay países que les resultan más atractivos que otros y España está entre ellos. No hay que olvidar que el primer gran atentado del yihadismo, ocurrió en Madrid el 11 de Marzo del 2004, donde doscientas personas murieron en unos trenes cargados de sueños y esperanzas que los truncaron unas malditas bombas que explotaron con la misma inquina como la aversión que el DAESH procesa a Occidente.

 

En los últimos años el DAESH ha amenazado a España en seis ocasiones. Para ellos el Al-Ándalus, es decir la actual España y Portugal donde permanecieron más de ocho siglos es de su propiedad y, por lo tanto les pertenece. Porque el Al-Ándalus fue, nada menos que Califato. Eso es sagrado para ellos. Como también es sagrada la majestuosa arquitectura que dejaron en la rúbrica de la Alhambra de Granada o en la Mezquita de Córdoba. La recuperación del Al-Ándalus, con todo lo que conlleva y por lo tanto la adhesión del resto de Europa, es uno de sus principales objetivos.

 

Pero hay más. Las ciudades españolas enclavadas en territorio Marroquí, Ceuta y Melilla, son hervideros de islamistas. Algunos de ellos –con mucha dificultad- han logrado pasar e infiltrarse en España para crear células terroristas que han viajado por Europa y han conseguido sus objetivos. Otras permanecen instaladas en la Península Ibérica esperando el momento idóneo para atentar. Sin embargo, en España los servicios de inteligencia han operado con una gran astucia junto a los cuerpos de seguridad del Estado y han abortado, hasta ahora todos los intentos de atentados. Puede que un día no tengan la misma capacidad.

 

Además, el Ministerio de Defensa y los servicios de inteligencia españoles no ocultan su preocupación por la posible filtración de algunos insurrectos que podrían encontrarse en las filas de los militares españoles.

 

El grupo de Los Regulares, que tuvo tanto protagonismo durante la Dictadura Franquista, fue creado en Marruecos durante el Protectorado Español. Nació por y para gente autóctona. Es decir, musulmanes españoles que en la actualidad continúan en ese cuerpo militar. Algo parecido ocurre con la Legión en la que hay soldados españoles con ascendencia musulmana. Eso no quiere decir, ni mucho menos, una presencia de islamistas, pero sí que hay que extremar las medidas de protección y vigilancia dentro del propio ejército español. Sería inevitable que hubiera uno o varios que pudieran pasar información al extremismo yihadista.

 

En España hay cerca de tres millones de personas que procesan el Islam –que, por lo demás quiere decir paz-. En Europa se multiplican en países como Francia, Gran Bretaña o Alemania. El crisol de nacionalidades es tan rico como su multiculturalidad. Creo que ayuda a enriquecer a la propia sociedad para que siga avanzando; eso sí, siempre con un riguroso control.

 

El vaticinio del presidente Huari Bumedián hace más de cincuenta años, cuando dijo –conquistaremos Occidente y lo haremos a través del vientre de nuestras mujeres- hoy, resulta una realidad incontestable y puede resultar un problema real si no se establecen mecanismos de control para una buena convivencia.