Dos medidas encaminadas a legitimarlo prontamente en uno de los puestos menos legitimados de la actualidad, como lo es la presidencia de la FIFA: en su primer día como máxima autoridad, Gianni Infantino echó un partidito con numerosas glorias del balón (Maldini, Figo, Puyol, Shevchenko, Cannavaro, Seedorf); en su primera entrevista para los medios oficiales del organismo, habló de la urgencia de implementar tecnología en auxilio de los árbitros.
Lo de la declaración, estuvo evidentemente calculada y planeada. Blatter había reiterado desde el Mundial 2010 que era necesario incrementar el volumen de apoyo tecnológico para erradicar las fallas arbitrales; de hecho, ya en Brasil 2014 se contó con radares en la línea de meta. No obstante, y por mucho que Infantino ahora le quiera dar velocidad, eso no depende sólo de su postura.
El International Board continúa siendo el responsable por esas medidas. Y, con o sin Infantino, tan conservador órgano ya iba encaminado a efectuar experimentos. Se especula que en la próxima edición de la inglesa Copa FA (curiosamente, el torneo más antiguo de este deporte), será probado el video para dirimir acciones polémicas.
Infantino no ha dicho nada nuevo en esta entrevista: “en el futbol tienes una fluidez y un árbitro que toma importantes decisiones. Entonces necesitamos ver qué tipo de impacto tendrá en esa fluidez cualquier apoyo tecnológico. Necesitamos empezar con pruebas serias más pronto que tarde”.
Todo de maravilla, pero el recién investido presidente no creerá que con eso cumple con la misión para la que se le llevó al cargo. Lo primero en FIFA tiene que ser la transparencia y un esquema que garantice legales concesiones de contratos, lo mismo que de sedes de torneos.
Suena mal que antes de resolver la controversial concesión de los próximos dos Mundiales a Rusia y Qatar, esté hablando ya del siguiente. Ha planteado que en un par de meses desea abrir la convocatoria para países con afán de albergar la Copa del 2026. Torneo que difícilmente le será arrebatado a los Estados Unidos, acaso así Infantino cumple una de sus promesas de último minuto, con las que logró mudar a su causa votos que tenía el Príncipe Alí (entre los que estaba el de la bandera de las barras y las estrellas).
Hoy a la FIFA no le basta con mirar al futuro para proyectar un mensaje de armonía y confianza. Será imposible todo avance si no se resuelve, antes que nada, el pasado inmediato que convirtió al 2015 en su año más turbulento.
Aunque, evidentemente, es más sencillo buscar legitimación lanzándose pases con ídolos del balón y apuntando a ayudar con video a un arbitraje que ha quedado muy lejos del ritmo de juego actual.