La buena noticia es que los dólares mejor repartidos de la economía mexicana son ahora un ingreso mayor a los que entran al país por concepto de venta de hidrocarburos.

 

La mala nueva es que esto se debe en buena medida al derrumbe de Pemex y de los precios del petróleo.

 

Una de las razones que explica el crecimiento del consumo interno es precisamente el aumento de las remesas. No sólo porque los mexicanos que viven en el extranjero, principalmente en EU, están enviando más recursos, sino porque cuando llegan esos dólares y se cambian logran unos 16 pesos por cada billete verde.

 

Es verdad que en 2007, ese año previo a la gran recesión mundial, llegaron más de 26 mil millones de dólares al país. Pero eran los tiempos del súper peso donde el poder de compra lo tenía la moneda mexicana a razón de 12 pesos por dólar.

 

Las cadenas comerciales departamentales y de autoservicio tienen muy bien medido que en las zonas de alta migración y por lo tanto de recepción de remesas tienen tasas de crecimiento más altas que en otras plazas donde el fenómeno de salida de mano de obra es menor.

 

Además, las actividades donde se concentran los trabajadores mexicanos tienen tasas de crecimiento en EU. El sector servicios, la industria de la construcción y actividades agropecuarias tienen otra suerte diferente a la actividad industrial que presenta una caída que tiene ya tintes de recesión.

 

Más allá de los recursos que se quedan los intermediarios por el tipo de cambio que dan y por las comisiones que cobran, son recursos que llegan directo a las manos de la gente, por eso siempre los he considerado como los dólares mejor repartidos de la economía.

 

Porque los recursos de Pemex, a la empresa que nos vendieron como patrimonio de todos los mexicanos, pasan por muchas manos antes de traducirse en la parte más útil del presupuesto de egresos.

 

El problema de la industria petrolera mexicana es que a Pemex la han dejado morir en su falta de reinversión, corrupción, sindicato, saqueo fiscal y falta de transformación. Por muchas décadas se le dejó en el altar de la inmaculada figura patriótica a la que nadie podía desear, pero que a cambio debía mantener el milagro de la multiplicación del presupuesto.

 

Pemex permitió por muchos años a los gobiernos caer en blandito en la parte fiscal y apapachar a los votantes con una baja carga tributaria a cambio del respaldo electoral. Todo con carga a las finanzas de la petrolera a la que poco se le regresaba para su mantenimiento y crecimiento.

 

A la desgracia colectiva de los países productores de petróleo de tener que enfrentar una drástica baja en el precio de los hidrocarburos durante el último año, se añade la desgracia local de un sector que ha perdido la capacidad de producción, de exploración, refinación e innovación.

 

El sector privado se apresta a participar en este sector que tampoco ofrece por ahora muchos incentivos para hacer negocio. Pero la transformación energética llevará su tiempo para que este sector recupere, quizá, sus viejas glorias como punta de lanza de la industria mexicana.

 

Por lo pronto, millones de mexicanos han tenido un buen año con las remesas que han recibido, por lo que no son pocos los que piensan que el peso no se ve tan mal en estos niveles de 17 por dólar.