La política terminará por convertirse en una aplicación de la app store.

 

En la boleta electoral francesa en 1981 aparecían los siguientes apellidos presidenciables: Giscard, Chirac, Mitterrand, Marchais y Colucci. La traducción ideológica podría ser la siguiente: giscardiano, neogaullista, socialista, comunista y payaso. Correcto. Payaso o cómico.

 

La anormalidad se convertiría en la ideología rupturista de un defensor de los derechos humanos como lo fue Colucci, mejor conocido como Coluche.

 

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En el país de Sartre llamó la atención que Gilles Deleuze abrazara las causas del cómico que se atrevía a retar a los cuatro fantásticos del momento: Giscard, Chirac, Mitterrand y Marchais. Era como tratar de introducir unos pantalones marca Maquiladora en una tienda Hermès.

 

Deleuze pensó que la filosofía también estudia el origen de la risa.

 

En principio, la honestidad de Coluche le quitaba su maquillaje de la simulación para decirle a los franceses: “Yo no quiero ser presidente, pero quiero que esos hombres que hacen política reflexionen y sepan que la política, tal como se practica, es una caca muerta” (El País, 25 de noviembre de 1980). Coluche dio un brinco hacia el futuro porque respondía a las preguntas de la prensa como un candidato independiente lo hace en 2015: “Hay muchos tipos en este país que nunca son representados por los partidos políticos, como los homosexuales, los taxistas, los agricultores, los peluqueros, etcétera. Es decir, yo soy el candidato de minorías que, sumadas, son la mayoría”.

 

Al llegar la época post Berlusconi, el bufón Beppe Grillo se presentó a elecciones en febrero de 2013. Grillo fue el político más votado, por lo que el presidente lo invitó a formar gobierno. Por primera ocasión un bufón pudo convertirse en el primer ministro italiano. Movido por un componente de sinceridad, Grillo hizo lo mismo que Coluche. No quería ser el político más poderoso de su país. Al no haber obtenido la mayoría absoluta (23.8% de los votos representados por 108 diputados y 54 senadores), Grillo dijo que cumpliría con una de sus promesas de campaña, y lo hizo: no formaría alianzas, y como en Italia es imposible gobernar en alianzas, la decepción de sus votantes llegó muy pronto.

 

En Guatemala se repite el efecto Coluche. No eran Mitterrand, Giscard, Chirac y Marchais, pero sí lo fueron Manuel Baldizón y Sandra Torres. Reconocido por interpretar el papel de Draculín en el programa cómico Moralejas, Jimmy Morales ganó gracias a la bondad del azar. Moralejas es una réplica de Los Polivoces. De humor poco imaginativo por previsible y nada recreativo por cateto, Moralejas se convirtió en un eje de comunicación electoral pues Jimmy Morales se convirtió en el personaje anti político que Guatemala necesita hoy.

 

Tal pareciera que Jimmy escribió un guion con los siguientes personajes:

 

Otto Pérez: presidente mafioso, experto en expoliar los recursos fiscales del Estado.

 

Sandra Torres: estratega electoral, experta en divorcios partidistas. Su ex, Álvaro Colom, firmó el divorcio para que Sandra lo sustituyera en el mando.

 

Manuel Baldizón: exitoso empresario hotelero cuya ambición por ser presidente lo llevó a pactar con Otto Pérez.

 

Bajo este contexto, Jimmy Morales tuvo su mejor actuación el pasado domingo. Contra las fotografías demoscópicas, el cómico ganó la primera vuelta y espera con gusto a su rival, que seguramente será Sandra Torres.

 

Morales no ha replicado la sinceridad de Coluche y Grillo. No era un sueño. Es realidad. Moralejas de vida.

 

La realidad es que los guatemaltecos votaron guiados por la desconfianza. Tuvieron razón. Los impresentables Baldizón y Torres, y con Otto Pérez en la cárcel, le dieron la victoria al cómico conservador.

 

La sociedad global les arrebata a los políticos su confianza obsequiada en las urnas. De ahí que se confíe más en los smartphones que en los partidos políticos. Política lúdica.