El mejor publicista del famoso magnate inmobiliario Donald Trump, de 69 años, sin ninguna duda, es el propio Donald Trump.

 

Narcisista hasta el delirio, hombre pagado de sí mismo, que suele presumir de virtudes inexistentes y de poseer una inmensa fortuna, que él mismo calcula en unos 9 mil 240 millones de dólares, contra pasivos de sólo unos 503 millones, Trump no es lo que parece. El magnate se ha labrado un prestigio que no resiste ninguna evidencia. Su vida, de hecho, es en realidad una auténtica estafa, según la opinión de muchos de sus críticos.

 

El dueño de la Torre Trump – ¿quién más le pondría su propio nombre a un edificio? –, ubicada en el centro de Manhattan, ha cobrado notoriedad por sus estridentes declaraciones contra los migrantes mexicanos y sus posiciones de ultraderecha.

 

En realidad, la propia revista Forbes, que suele calcular los ingresos de los “ricos entre los ricos” del mundo, ha estimado que Trump tiene menos de la mitad de lo que presume, es decir, unos 4 mil 100 millones de dólares.

 

La cifra por supuesto es muy impresionante de todos modos, pero no se compara con los 80 mil millones que se atribuyen a Bill Gates, el fundador del gigante de la informática Microsoft, el hombre más próspero del planeta y ni siquiera el caudal de Carlos Slim, el dueño del Grupo Carso, que fue desplazado al segundo lugar según la última lista difundida en marzo por Forbes, con 77 mil millones de dólares.

 

De hecho, Trump aparece en el lugar número 159 en esta famosa nómina de ricachones.

 

Por supuesto, impresiona mucho que sea dueño de edificios emblemáticos como la Trump Tower,  el edificio del Bank of America en San Francisco y el Trump Building, frente de la sede de la Bolsa de Nueva York, pero ponerlo al lado de Gates es como colocar a Rico MacPato junto a Pánfilo Ganso.

 

También es un hombre muy mediático por poseer los derechos de concursos como Miss Universo y Miss USA, valorados en 14.8 millones de dólares.

 

Hay que decir sin embargo que también es una persona tacaña pues sólo ha destinado 102 millones de dólares a obras de caridad y obras sociales en los últimos cinco años.

 

Por contraste, Gates destina un tercio de su fortuna a obras filantrópicas.

 

Pero el lenguaraz y exitoso Trump tiene su atractivo sobre todo entre el sector “duro” de los republicanos, el más cuadrado, menos preparado y más vulnerable a los mensajes racistas y populistas.

 

Para quienes han caído en el engaño de este prestidigitador de la política, el hombre que acusa a los migrantes mexicanos de ser “violadores” y “criminales”, en realidad es una suerte de caricatura de sí mismo.

 

Nadie lo conoce mejor que Wayne Barrett, autor de una biografía no autorizada sobre el magnate, quien en un artículo reciente en la respetada revista Village Voice, pinta un retrato de él totalmente opuesto al que el millonario se ha labrado de sí mismo.

 

Según este perfil, lejos de ser el clásico self made man, como pretende presentarse, es en realidad un exponente del llamado crony capitalism (capitalismo de compadres), mucho más cercano a Keynes que a Adam Smith, aunque quizá a ninguno de los dos ideólogos ha leído nunca.

 

Barrett afirma que el hombre del bisoñé, surgió de una familia adinerada que se enriqueció todavía más en buena medida gracias a sus “conexiones familiares, muchas de ellas políticas”.

 

“Lejos de ser un capitalista independiente, Trump es un hombre de negocios afianzado fuertemente en la generosidad gubernamental”, afirma.

 

El biógrafo relata que un alcalde y otros influyentes políticos ayudaron una ocasión a Trump, cuando era joven, a desarrollar un multimillonario centro de convenciones a través de atractivos incentivos tributarios y préstamos en garantía reduciendo al máximo el riesgo para él y sin que pusiera un solo dólar de su peculio.

 

Cuando Barrett investigaba la trayectoria dudosa de Trump, y descubrió muchos esqueletos en su armario, éste lo amenazó con demandarlo e inclusive trató de sobornarlo sin éxito.

 

Justo cuando la biografía fue publicada, bajo el título de The deals and the downfall (algo así como “Las transas y la ruina”), en 1991, Trump solicitó por primera vez la bancarrota corporativa. Desde entonces, apelaría a este recurso tres veces más, lo que no habla precisamente bien de un empresario exitoso.

 

El periódico norteamericano Daily News también le sacó hace poco sus “trapitos al sol” al político de nuevo cuño que sorpresivamente encabeza las encuestas para la candidatura presidencial por el Grand Old Party (GOP). El pasado 21 de julio, el matutino negó que lejos de ser un héroe de guerra es en realidad “un soldado de juguete”.

 

El periódico neoyorquino refirió que el magnate del “real estate” presentó un dudoso examen físico para eludir su responsabilidad y evitar participar de la guerra de Vietnam, a la que fue citado oficialmente.

 

Trump, egresado de una de las más prestigiosas academias militares de los Estados Unidos, burló su alistamiento para combatir en la guerra de Vietnam pero los archivos que prueban su impostura fueron destruidos luego de este conflicto.

 

Según la investigación del rotativo, Trump maniobró para evitar ir a combatir anteponiendo en cuatro oportunidades certificados de aplazamiento por estudio (en julio de 1964, enero de 1966, diciembre de 1966 y enero de 1968).

 

Al final, presentó una orden médica en la que se indicaba que estaba impedido de concurrir a la Península Indochina para combatir por un problema en el talón.

 

El médico que firmó el certificado argumentó que el chico tenía un espolón que le dificultaba realizar actividades físicas exigentes.

 

Según el artículo del Daily News, titulada en forma sardónica G.I. Joke, un juego de palabras que alude al soldado de juguete G.I. Joe, pero en su lugar pone Joke, es decir “chiste” o “broma”, la idea de que estaba incapacitado queda en duda si se considera que fue un sobresaliente atleta durante su adolescencia.

 

El propio Wayne Barrett afirma que “él era un atleta activo” y que nunca supo que tuviera algún “problema en los pies”, pero en cambio asegura que su familia tenía gran poder e influencia. Todo lo contrario del senador John McCain, a quien Trump criticó a pesar de haber pasado 5 años como prisionero en Vietnam y puso en duda de si era realmente un “héroe de guerra”.

 

Trump fue condecorado en la academia militar de Nueva York por ser “ordenado”, aunque las lenguas viperinas afirman que en realidad no vivía en las barracas con sus compañeros sino en un lugar más confortable.

 

El futuro empresario llegó a la academia militar a los 13 años, cuando su padre decidió que su hijo necesitaba algo disciplina. Proveniente de la exclusiva Kew-Forest School en Forest Hills, Queens, en la academia sobresalió como jugador en diversos deportes como fútbol americano, béisbol, basket y fútbol. Luego fue aceptado por la Universidad de Pennsylvania y se volvió un activista contra la guerra. Paradójicamente, de ser un liberal y pacifista, se convirtió en un feroz conservador pues al año siguiente se unió al Partido Republicano.

 

Para Barrett esto es por lo menos inusual y sospechoso, porque “ninguno que se oponga a la guerra se registra como republicano”.

 

Por supuesto, todo esto lo ignoran –o fingen no saberlo- sus acólitos y simpatizantes cada vez más numerosos del “Tea Party”, el núcleo duro del Partido Republicano, que lo ven como ícono de sus más acendrados prejuicios antinmigrantes y una esperanza de volver por sus fueros y recuperar la Casa Blanca.