El mundo está en constante cambio y no hay nada que parezca detenerlo. Lo que en mi infancia era un futuro lejano de video conferencias, pantallas touch, videotecas online y celebridades instantáneas hoy en día, pocas décadas después, es una realidad. Y aunque no necesariamente se ha llegado a los fantásticos tintes que la literatura o el cine de ciencia ficción previeron, sin duda mucho de lo que para entonces eran disparatadas ideas, se han convertido en herramientas de uso diario y realidades de las que no podemos prescindir o escapar.

 

Youtube, Skype, Twitter y Facebook, en pocos años y sin advertir, forman parte ya no sólo de nuestro mundo práctico sino también del social, convirtiendo las facilidades que nos dan para interactuar en algo tan cotidiano que (y seguro les ha pasado…porque pasa) apenas escuchamos cualquiera de sus representativos avisos, nos sentimos obligados a atender, incluso cuando se trata de un dispositivo ajeno. Generación Z, nativos digitales o millenials, como se lo llame a la cohorte en turno, es innegable que vivimos en un mundo donde los referentes han cambiado y, con ellos, la forma de plasmarlos también.

 

En este mundo es que existe Eliminar Amigo (Unfriended), el debut comercial del ruso (aunque nacido todavía en la Unión Soviética) Levan Gabriadze quien, tras la popularidad de su comedia Vykrutasy (Lucky Trouble, en inglés), protagonizada por Milla Jovovich, encontró en Universal Pictures la oportunidad de realizar su primera película hablada en inglés. Y vaya que, contra todo pronóstico, se trata de un hallazgo.

 

Si me preguntan, era poco el entusiasmo antes de verla. La premisa es sencilla, incluso poco original, y el gimmick que podría hacerla atractiva (y de donde vendrán las comparaciones con la reciente Open Windows, con Elijah Wood) ya no es novedad. ¿Entonces, por qué Eliminar Amigo funciona? 

 

Después del suicidio de su amiga Laura Barns, quien fue exhibida vía Youtube al final de una juerga que la dejó tirada en plena calle, un grupo de adolescentes es acechado por un ente con ánimos de venganza durante una sesión grupal de Skype. Mensajes amenazantes y juegos de tortura mental son las herramientas con las que, lo que primero pensaban era la broma de un hacker gandalla pero después resulta tratarse, en efecto, del fantasma de Laura, involucra a todos sus “amigos” en una torcida espiral de revelaciones, secretos y muerte.

 

Eliminar Amigo no parece ofrecer nada nuevo a géneros como las slasher movies o el terror adolescente promedio pero Gabriadze logra romper con lo que uno podría esperar de ella. Empezando por cómo está contada, a través de la pantalla de una laptop, siendo ésta nuestro POV (y aquí, me atrevo a decir, con más verosimilitud que la ya mencionada Open Windows).

 

Eliminar Amigo se vale del suspenso que elementos de nuestro día a día generan; ya sea que se trate de la angustiosa espera que en una situación de riesgo representa la leyenda escribiendo… del servicio de mensajería instantánea de nuestro Facebook o los sobresaltos que el emblemático timbre de Skype pueden provocar cuando en peligro, es sobresaliente la forma en la que el director encuentra en estos elementos herramientas narrativas que, al servicio de una historia tan elemental, sorprenden en su eficacia. Si a esto le sumamos un perverso sentido del humor y un obvio pero no por ello menos importante comentario alrededor del cyber-bullying, sin duda Eliminar Amigo es una interesante opción de cine comercial propositivo y consciente del momento histórico en el que habita. No la echen en saco roto.

 

Contrario a lo provocado con Eliminar Amigo y viniendo de una expectativa que con la recién mencionada no existía, me acerqué a Las Voces (The Voices) con emoción. No sólo por el antecedente de Persépolis como una garantía de que Marjane Satrapi es una directora talentosa y de una sensibilidad particular, sino también porque siempre he considerado a Ryan Reynolds un actor bastante capaz (basta verlo en películas como Adventureland o Paper Man para confiar en él) pero, aún con estos elementos a su favor, la película fue una decepción.

 

Situada en un mundo de colores pastel que eventualmente descubriremos depende mucho de la medicación de su protagonista, Las Voces cuenta la historia de Jerry (Reynolds), un tímido empleado en una bodega que, aunque funcional, sufre de problemas mentales que lo hacen escuchar voces (casi siempre provenientes de animales y todas interpretadas por el mismo actor) y tener impulsos cada vez más violentos, a medida que se niega a continuar su tratamiento y engañando a su terapeuta (la maravillosa Jackie Weaver) respecto a su estado mental.

 

Después de un encuentro con una colega de trabajo que lo dejó plantado (Gemma Arterton), los problemas de Jerry escalan cuando un accidente de carretera lo lleva a conocer su lado más oscuro. Y es justo ahí que lo que parecía evolucionar en una comedia negra efectiva, termina por desplomarse cuando Satrapi no logra encontrar el tono correcto para adentrarnos en la psique de Jerry y, a pesar de un gran esfuerzo actoral de parte de sus protagonistas (entre los que también destaca Anna Kendrick como la dulce Lisa), termina por convertir la película en una caricatura que recurre a justificaciones sentimentaloides y de cajón que se sienten incluso anticuadas ante el errático comportamiento de su personaje, eliminando toda la malicia e irreverencia que en un principio parecían llevarla por mejor camino. Y aunque la nueva película de Satrapi no es del todo desechable, sin duda muestra una dificultad de la directora por escapar de la estética que su pasado en el mundo del cómic nutrió, misma que en esta ocasión no logra conjugar con la historia que deseaba contar.

 

 

Ya para terminar y continuando con el tema del mundo de los nativos digitales al que muchas veces vemos con el mismo recelo que nuestros papás sentían por la música que nos gustaba, la mención de Netflix se siente más que natural. Es por eso que para cerrar decidí hablar de un fenómeno interesante que este gigante del streaming acaba de estrenar.

 

Y justo continuando también con la racha de reacciones inesperadas es que debo confesar que, habiendo sido invitado a la presentación de Club de Cuervos, la nueva serie de Netflix y la primera en realizarse exclusivamente en América Latina aunque para todo el público que la plataforma tiene alrededor del mundo, no hay mucho que reprocharle a este primer esfuerzo dirigido y co escrito por Gaz Alazraki (sí, el de Nosotros los Nobles), que además cuenta con Luis Gerardo Méndez (so hot right now) y gente como Stephanie Cayo, Mariana Treviño (quizá la mejor del elenco), Ianis Guerrero y el mismísimo Daniel Giménez Cacho como parte de su estelar planilla, de la que se vale para contar la historia después de la muerte del Señor Iglesias y el destino que el lucrativo equipo de futbol del que era dueño tomará ahora en manos de sus problemáticos hijos.

 

No se trata de una obra maestra a la True Detective, The Sopranos o The Wire pero, a juzgar por lo que a la prensa se nos presentó, sin duda se trata de un trabajo bien escrito, decentemente actuado y con un buen balance de humor local (sin ser nunca vulgar o simplón) y tintes de dramedy que prometen interacciones interesantes entre los actores y un probable buen desarrollo de sus personajes. Habrá que seguir viendo.

 

 

EL PILÓN: Ya entrados en el tema del streaming y si son fanáticos de la comedia, el reciente estreno en Netflix de la serie Wet Hot American Summer: First Day of Camp (sumada a la inclusión de Wet Hot American Summer, la película original) es una oportunidad muy interesante de regresar al campamento Firewood y, de la mano de su director (el siempre divertido David Wain) revivir aquellos tiempos cuando la ahora inmensa fama de actores como Bradley Cooper, Jeneane Garofalo, David Hyde Pierce, Chris Meloni, Amy Poehler o Paul Rudd no era más que una promesa a la que la película sirvió de escaparate y ahora la serie no hace más que refrendar.