Aun antes de la Ronda Uno ya hay diferentes áreas del sector energético que gozan de la apertura que les dio la reforma aprobada a finales de 2013.

 

Desde un principio quedó claro que un cambio de este tamaño necesitaba tiempo para diseñar, primero,  todo el enramado legal que acompañaba los cambios constitucionales y después de un proceso de aplicación de inversiones que tardan muchos años en dar resultados tangibles.

 

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Pero la fecha del 15 de julio quedaba marcada como el momento en que se rompía el monopolio estatal para dar paso a la industria petrolera a un grupo de empresas privadas que operarían negocios en este sector.

 

Los más viejos y anacrónicos hablan de crímenes y traiciones. Los críticos ya marcan como un fracaso el bajo porcentaje de asignaciones de este primer paquete de 14 bloques, apenas el 14%. Los defensores dirán que aunque el resultado quedó por debajo de lo esperado, se ganó en transparencia.

 

Lo que no se puede hacer,  es cruzar los resultados de la primera licitación con noticias de coyuntura como el acuerdo nuclear con Irán. Como si la cotización de hoy del Brent del Mar del Norte fuera determinante para una concesión a 25 años de 169 bloques petroleros.

 

Es verdad que la baja de los precios del petróleo que se han presentado desde el último trimestre del año pasado limita la capacidad de inversión de las empresas de ese sector, pero también es un hecho que los que saben del negocio entienden que el mejor momento de invertir es cuando las vacas están flacas.

 

El bloque de campos petrolíferos de aguas someras, que además están cercanos a la infraestructura existente de almacenaje y transporte de Pemex, tiene costos de producción bajos que los hacen rentables incluso en el contexto de precios actuales. Simplemente el estado quiere obtener por ellos algo que el mercado hoy no está dispuesto a pagar.

 

Quizá otro tipo de infraestructura como los pozos maduros en tierra firme puedan no resultar hoy un buen negocio porque sus costos de operación son altos en comparación con lo que hoy se puede obtener en el mercado.

 

Pero la novedad es que hace unos días los expertos en tecnología del sector petrolero de los Estados Unidos dieron a conocer que hay nuevas opciones científicas para disponer de los combustibles de los pozos maduros, lo que promete una nueva revolución como la que impulsó hace poco más de una década la fracturación hidráulica para extraer el gas de esquisto. O como lo conocemos mejor en inglés: el fracking para obtener shale oil.

 

La apuesta energética tiene que ser de largo plazo. Las empresas que hoy no consideren prudente invertir, lo buscarán hacer cuando el mercado vuelva a demandar más energéticos y entonces buscarán su boleto de entrada.

 

De lo que se trata es  poder garantizar, a través de la participación libre y abierta del sector privado, es que haya los energéticos suficientes para sustentar el crecimiento de los sectores productivos mexicanos.

 

Ese es el banderazo oficial de salida que se dio ayer, que hay que cuidar en su transparencia y que hay que procurar como uno de los grandes pendientes de este país desde hace décadas.

 

El estado interventor y metido en labores productivas ya tuvo su oportunidad y el fracaso fue contundente. Darle oportunidad a la competencia abierta va a necesitar tiempo, pero ya se han dado los primeros pasos.