Hollywood puede ser por igual una fábrica de sueños que generadora de las más terribles obsesiones, sobre todo aquellas que tienen que ver con la belleza física. Esto viene al caso por el impacto que ha generado en redes sociales el “nuevo” aspecto de quien fuera considerada como la all american girl o la girl next door de la década de los años 90: Meg Ryan

 

En una de sus cada vez más extrañas apariciones públicas, Ryan decidió presentarse en días recientes en un evento de moda que se llevó a cabo en París, pero no llamó la atención por su vestido transparente o su extrema delgadez, sino por el extraño aspecto de su rostro, del cual se perdieron la candidez y dulzura que solía tener y con la que se hizo famosa gracias a películas como When Harry Met Sally, Sleepless in Seattle, Addicted to Love y You’ve Got Mail, entre muchas otras.

 

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Cierto, Ryan tiene 53 años de edad, pero en las imágenes aparenta ser más grande. ¿Qué es lo que le pasó? ¿Por qué siguió el mismo camino de Renée Zellweger, quien a finales del año pasado apareció, también tras una larga ausencia, con un rostro completamente cambiado? Ambas son los ejemplos más recientes e impactantes de lo que la escritora estadunidense Susan Sontag comentó en alguna ocasión: “No está mal ser bella; lo que está mal es la obligación de serlo”.

 

Y es que Hollywood, desde hace más o menos un par de décadas, no perdona el paso del tiempo. En realidad nunca lo ha hecho, pero esto se ha acrecentado, particularmente, desde que se han dado los grandes avances en cuanto a la cirugía plástica se refiere.

 

Ahora no importa si se es la máxima estrella femenina del planeta o la más sexy (aunque hay casos masculinos, como el de Mickey Rourke, quien prácticamente se desfiguró el rostro), pues existe la “obligación” de permanecer bella el mayor tiempo posible, pues de lo contrario los mejores trabajos y papeles irán a parar en manos de actrices mucho más jóvenes.

 

Pero además de la presión de los estudios o productores, actrices como Ryan o Zellweger padecen de algo más preocupante, que es el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), una alteración psiquiátrica que provoca que la persona que lo padece tenga una obsesiva preocupación por un defecto percibido en su aspecto, la mayoría de las veces inexistente, pero que las lleva a querer “arreglarse” para tratar de verse bien.

 

Si bien aquí no se trata de hacer un análisis médico de todas esas celebridades, que suelen operarse para tratar de mantenerse el mayor tiempo posible con un aspecto “juvenil”, sí llama la atención que no se le dé la importancia que tiene al TDC, el cual padece aproximadamente el 2% de la población mundial.

 

Habría que hacer un análisis psiquiátrico de Ryan para encontrar el origen de esa mala percepción que tiene de sí misma, pero es una realidad que desde su affaire con Russell Crowe en 2000 (cuando todavía estaba casada con Dennis Quaid), y la falta de éxito que han tenido sus filmes más “serios”, como In The Cut (2003), Against the Ropes (2004) o The Women (2008), aunado a su divorcio, su percepción de sí misma ha cambiado. Y peor aún, la han golpeado en lo más preciado que tiene un artista: el ego. Al no aceptar con dignidad los cambios de la edad, comienzan a hacer el ridículo tratando de conservarse siempre jóvenes (Madonna es un caso parecido). Existen sus raras excepciones, por supuesto, como los casos de Sandra Bullock (50), Meryl Streep (66) o Helen Mirren (69), todas ellas mostrando con dignidad su edad.

 

Lo de Ryan y tantas otras es una tristeza, pero a final de cuentas, Sócrates tenía razón: La hermosura es una tiranía de corta duración.