SANTIAGO DE CHILE. Quieren que la séptima sea tan cabalística que les dé el título. Séptima vez que Chile organiza la Copa América, y está ilusionado con, al fin, ganarla. Ayer dio un saltó gigantesco a Semifinales al echar a un correoso Uruguay que aguantó metralla hasta que Islas rompió el cero y puso a Chile un paso más cerca de su objetivo.

 

Chile volvió a demostrar que es el equipo con el futbol más dinámico de la Copa. Veloz, con opciones en cada acción, picoso cuando Jorge Valdivia tiene el balón pegado a los tachones, explosivo cuando Alexis Sánchez la toma, revolucionado cuando Arturo Vidal lo intenta.

 

El problema fue el rival: Uruguay. Un cuadro que tiene 11 perros de presa cada que se presenta. Siempre listos al sacrificio, al trabajo, a la fortaleza de su historia, a la inacabable garra charrúa. Óscar Tabárez tiene una banda de guerreros que no se desordenan ni en la más desesperada de las situaciones, con kilómetros de cancha recorrida, incapaces de espantarse sin importar el color de la playera que tengan enfrente.

 

Por eso poco importó que Chile fuera amo y señor de la pelota. Así lo esperaban, así tenía que ser, incluso se les veía proporcionalmente cómodos a la preocupación andina en cada ocasión que el cuadro celeste lograba tocar la puerta de Bravo gracias a una jugada de balón parado.

 

¿Cuántos centros son capaces de despejar los uruguayos? Todos. Aún si su estrella Cavani pierde los papeles y se va expulsado. Y es que sólo así el cuadro local pudo romper el cerco uruguayo. Porque sin Cavani, Uruguay menos pudo tener oxígeno, pese a algún disparo afortunado que casi les da la eliminatoria.

 

Chile ganó porque no se rindió, porque a pesar del choque lo intentó una y otra vez hasta que Mauricio Isla aprovechó un balón servido por Valdivia para hacer explotar el estadio Nacional con la esperanza de que ahora sí puedan levantar el título continental.