La “familia nuclear” -ese grupo sólido y homogéneo formado por una pareja heterosexual y sus hijos- vive su ocaso en el imaginario mundial, por lo menos como modelo a alcanzar.

 

Esto no significa que la idea de contar con un hogar -un lugar de pertenencia donde se desarrolle una interacción sentimental con un círculo íntimo de personas- haya dejado de ser una meta para la clase media del siglo XXI. En lo absoluto: el individuo actual es plenamente consciente de su soledad, por lo que mantiene una búsqueda constante de afectos y circunstancias que le permitan encontrar certezas en un contexto caracterizado por el cambio acelerado.

 

La diferencia, claro, es que la noción de familia se ha liberado de manera fascinante: el matrimonio ha dejado de ser una obligación moral, abogar por los derechos de adopción de las parejas homosexuales es hoy una demanda básica, procrear ya no es un requisito social y el aumento en la expectativa de vida ahora permite contar con varias familias a lo largo del tiempo. Frente a esto, algunas personas optan por vivir solas y considerar como “familia” a sus amigos y mascotas. Otras, en contraste, prefieren casarse y vivir con sus padres y hermanos.

 

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La diferencia es la norma. Asumir en automático que estas nuevas familias son tan “felices” como las que protagonizan “Modern Family” sería una ingenuidad, pero sí son fruto de un proyecto de vida basado en la elección personal y no en la aceptación de un destino manifiesto confeccionado por la sociedad.

 

En el estudio Meet the new family, presentado a fines del año pasado por la agencia publicitaria JWT, se analizan los efectos del surgimiento de las nuevas familias en el mundo de las marcas y la mercadotecnia. El ensayo contiene varios puntos sobresalientes, por lo que lo presentaremos dividido en dos partes. En esta primera entrega, los analistas de JWT anticipan lo siguiente:

 

+Familias multigeneracionales. Si bien es  una constante en la sociedad latina, vivir en una casa donde habitan diferentes núcleos en una sola familia  -padres que viven con los hijos y los nietos-  siempre había sido visto como un escenario poco deseable en la cultura occidental moderna. Esta realidad ha cambiado. Cada vez son más las personas que eligen vivir con el mayor número de familia posible.

 

La razón: es mucho más barato. Los cruceros y lugares de retiro como Palm Springs -oasis de ancianos retirados- ahora contemplan paquetes que incluyen hasta 12 o 15 personas. En España, una de las estrategias publicitarias de Ikea es enfatizar que un matrimonio puede contar con un espacio único y personalizado aún si se vive en la casa de los padres. Los comerciales de Oscar Mayer presentan paquetes gigantes de salchichas para disfrutar -no en una reunión especial, sino de forma cotidiana- con los abuelos, tíos, padres y demás familia.

 

Netflix permite crear muchas secciones para diferentes personas dentro de una misma cuenta/hogar. ¿Se acuerdan de los Beverly de Peralvillo? Bueno, ahora son una “nueva familia”. Cabe suponer que la existencia de esta “nueva familia” es coyuntural y tenderá a desaparecer en los países más desarrollados una vez que mejore la situación económica. No necesariamente.

 

Pese a que se vieron obligadas a juntarse a causa de la crisis económica, muchas familias han decidido mantenerse unidas una vez que ha pasado la tormenta. Ven muchos beneficios en la unión, tanto económicos como afectivos (la sensación de sentirse cuidados, apoyo constante, etcétera). Quizá se juntaron por obligación, pero se mantienen así por elección propia.

 

P.S. La próxima semana abordaremos más tendencias detectadas por el equipo de JWT, como “Familias homoparentales” y “Los 60 son los nuevos 50 (familias plateadas)”.