El cine de Hollywood y los grandes estudios como DreamWorks o Disney tienen el poder para desatar una lista de éxitos animados a lo largo de un año. Las películas vienen rodeadas de un proyecto de mercadotecnia bien planeado; los supermercados llenan sus estantes de juguetes, ropa y hasta comida con la imagen de la película en cuestión. En suma: un negocio redondo.

A pesar de que las películas animadas se esfuerzan cada vez más en presentar historias incluyentes –princesas no anglosajonas, heroínas que no sueñan con un príncipe azul–, lo que las rodea vuelve un tanto cuestionable su mensaje, al menos a mi parecer, alguien que no suele ver películas animadas – perdí todo el entusiasmo luego de que Frozen (la segunda película más pirateada del 2014) se llevara el Oscar en lugar de El viento se levanta. Pero no todo proviene del halo comercial de Occidente.

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Hayao Miyazaki es considerado la figura más importante de este estudio. Su última película desató una gran expectativa; en nuestro país fue incluida dentro de la 56 Muestra Internacional de la Cineteca Nacional. A pesar de que Miyazaki salió del terreno cinematográfico y de que muchos seguidores del estudio cuestionaran la capacidad de seguir creando películas tan exitosas, The Tale of the Princess Kaguya, de Isao Takahata, que no recaudó lo que se esperaba en Japón, tiene una manufactura simple y al mismo tiempo es hermosa.

El cuento del cortador de bambú Taketori Monogatari, que data de finales del siglo IX, es el generador para que Isao Takahata adaptara The Tale of the Princess Kaguya al cine. La historia es una muestra bien presentada del costumbrismo nipón, una cultura milenaria demasiado hermética decidida a guardar sus misterios y bellos y terribles mitos.

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La historia del cortador de bambú es una fuente de creatividad que el arte y la cultura de Japón ha plasmado de diferentes formas. Dentro de la literatura ha sido mencionado como el precursor de una época rica en contenido, un auge para las letras del país del sol naciente.

La historia inicia cuando un viejo cortador de bambú ve nacer un brote que instantáneamente se llena de luz. Impresionado por dicho evento, que rompe completamente con su rutina, abre el brote y descubre una pequeña princesa, la toma e instantáneamente se convierte en una pequeña bebé; el hombre da gracias a la naturaleza – un gesto recurrente dentro de la historia, la natura como eje central de la vida-, y regresa a su casa con su esposa.

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A partir de ese momento la pareja comienza una delicada tarea de crianza, en la que el deseo principal es convertir a la niña en una princesa que viva con la familia real; al  mismo tiempo que el deseo está latente, Kaguya (luz radiante, como es nombrada), convive con los niños de la comunidad, campesinos que tienen en la tierra su principal sustento. El amor a la naturaleza y a sus padres – ancianos imposibilitados para tener hijos-, hace que Kaguya crezca rápidamente.

Kaguya no es una mujer común: la conexión que tiene con su entorno repercute directamente. Es por eso que sus padre decide llevarla cerca de la familia real, para eso construye un palacio con el oro que los mismos brotes de bambú le han dado.

Con sus poco más de dos horas, The Tale of the Princess Kaguya respeta en gran medida la historia original y en ningún momento la película pierde su carga de lirismo.

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No hay que engañarnos y pensar que es una historia para niños- la animación japonesa se ha olvidado por completo de esa idea tan hollywoodense-, los momentos están cargados de metáforas aleccionadoras. La princesa Kaguya no quiere ser dominada ni encasillada en el fino arte de convertirse en una mujer de la familia real. Se desconoce el autor de la historia  del cortador de bambú, pero muchos afirman que bien podría haber sido escritora.

Hombres con poder y mucho dinero tratan de conquistar con sus encantos a Kaguya, pero ninguno de ellos lo tiene fácil, nuestra princesa solo pudo ser feliz con un hombre. Ante la imposibilidad de ser libre dentro del palacio suntuoso – al igual que las costumbre de cientos de años-, Kaguya sufre su encierro.

La historia del cortador de bambú es ejecutada a la perfección en su versión cinematográfica bajo la dirección de Isao Takahata, otro genio detrás del estudio Ghibli. Para terminar recomiendo bastante el documental The Kingdom of Dreams and Madness muestra del trabajo dentro del estudio, uno de los más grandes bastiones de la animación que el cine tendrá.

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