Corbata azul morado, traje gris, barba entrecana, confundido por la enormidad del Distrito Federal, voz amarga que raspa y figura de amargo recuerdo para el americanismo (los venció en la final del Apertura 2013), pero objeto loco de deseo por esa frase que ayer lo definió sin hipocresía ni formalismo: “Hay que ir al frente, la defensa vale m…”. Es Gustavo Matosas, uruguayo que nació en Argentina, que jugó en Peñarol, que dirigió hasta el título al Danubio, que resucitó al León.

 

La directiva americanista presumió a un hombre largamente buscado, quizá desde hace un año cuando en el banquillo de los Panzas Verdes les ganó la final. José Romano, presidente operativo, y Ricardo Peláez, presidente deportivo de las Águilas, presentaron a su última joya, al hombre de la nueva era. A un charrúa en toda la extensión. Se notaba en el rostro, sobre todo de Peláez, cada vez que Matosas hablaba de su filosofía en la cancha, de su compromiso con los clásicos, de sus recuerdos de aquel América de los 80 al que perteneció el hoy presidente deportivo de los amarillos.

 

Matosas entró a Coapa para darle nuevas alas a un equipo que igual no las necesitaba en resultados, pero sí en formas. No son sólo palabras, es la visión del estratega que, desde ayer, manejará los rumbos del campeón: “Si América se fijó en mí es porque les gusta mi estilo y eso es algo que nunca voy a cambiar. Yo no sé cómo es ganar, si lo supiera hubiera ganado en Tijuana el último partido para calificar a la Liguilla con León, pero yo tengo una metodología, una filosofía de tratar bien la pelota”.

 

Hace un mes Matosas dejó al León, quería descansar, dijo que se había acabado la fórmula, la motivación, sin embargo, 30 días después está sentado en el banquillo más caliente del futbol mexicano, si no preguntarle a Mohamed, que superlíder y campeón no pudo mantenerse.

 

“Estoy aquí por la grandeza de este club, por la afición que tiene, pero sobre todo porque la decisión de la directiva fue unánime. Cuando vi los jugadores que iban a traer y la base que tienen, pues no había mucho qué pensar”. Según sus palabras: Quintero, Pellerano, Benedetto y Samudio no fueron escogidos por él, pero sí palomeados, “quién no quisiera tenerlos en sus equipos”, aunque la exigencia es proporcional: “¿Qué si la vara está alta?, ¿cuándo no lo ha estado? Yo necesitaba de esto porque acá no he ganado nada, y por ahí en León fue lo que al final se acabó”.

 

“Sé que si gano voy a estar muchos años, si no, me van a dar las gracias”. Palabras de Matosas, sonrisa de Peláez. Es la nueva era americanista, donde ser campeón no basta, donde importan las formas y Matosas advierte que él tiene la suya: “Eso sí, me voy a morir con la mía”, palabra de León convertido en Águila.