Por Antonio Frías | @jafrias26

Fotos Neurosis Toni Francois | Monogari y Exposición cortesia Bestia Festival

La segunda edición del Bestia dejó en claro que tiene muchísimo potencial para consagrarse como uno de los mejores festivales del país. Con una propuesta diferente que bien vale la pena revisar, y que seguramente se repetirá el próximo año. Cinco días de actividades que tuvieron como clímax el concierto de Neurosis, The Ex, (SIC) y Monogatari. Aquí una pequeña crónica de esa noche.

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Desde que Bestia anunció su cartel, la fanaticada del metal y la música experimental se emocionó. La llegada de Neurosis a México, tras casi 30 años de carrera, hizo del evento una fecha obligada para cualquier melómano; más aún si estarían acompañados de los holandeses de The Ex y de actos locales como (SIC) y Monogatari.

La cita es en la Estación Indianilla, en la colonia Doctores, un lugar que antes era utilizado como taller de mantenimiento de tranvías y que ahora funciona como foro cultural. Así, el ambiente post industrial está puesto. Las enormes turbinas a un costado del escenario hacen que las ansias por escuchar las guitarras de Scott Kelly, Steve Von Till y compañía crezcan y se eleven como la espuma en la cerveza.

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A las 10 de la noche llega el post punk de The Ex: sonidos macizos y actitud descarada. Con temas como “27 Passports” y “That’s Not a Virus”, la banda deja clara su postura política —anarquista— al tiempo que la buena acústica del recinto sorprende a todos por igual.

Pasan las 11 de la noche y la antigua estación se oscurece; las piedras comienzan a caer desde el cielo; los riffs macizos de “A Sun That Never Sets” hacen retumbar el recinto completo; la batería se siente en el pecho; el tecladista Noah Landis aporrea su instrumento: una caja de ruidos con la que crea ambientes devastadores. El altísimo volumen, aunado al industrial escenario y a las guitarras pareadas de Scott Kelly y Steve Von Till, nos remiten a un paisaje desolador, decadente, en el que la banda deja todo, demostrando su honor y talento.

Tal como lo prometió el grupo en entrevista previa, un concierto de Neurosis no es una sucesión de canciones, sino que su set construye una historia, una atmósfera que envuelve. Sin pausas ni presentaciones el conjunto se echa “Locust Star” y “At The Well”. Una tormenta de sonido nos patea al espacio exterior. Sin aviso. 15 minutos de distorsión, potencia. Esto no es metal gutural, no es punk, no es shoegaze, es Música, así, con mayúscula. Cada una de las 10 piezas que tocan genera una tormenta y cuando estamos frente a ella, se siente en todo el cuerpo, te noquea, te deja sin palabras.

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Las rolas de Neurosis son difíciles de cantar, no tienen una estructura común; tampoco se pueden tararear. El público se menea uniforme; un headbanging en cámara lenta; un trance intenso; silencio, oscuridad, infinidad de texturas; un panorama profundo, emocional y en cierto sentido, más elemental; tal como lo describe Von Till. Neurosis salda la deuda con el público mexicano y deja a Bestia una complicada tarea para el próximo año.

De acuerdo con los organizadores, el festival busca “crear experiencias sonoras en vivo, en las que el mundo del mainstream no se suele involucrar por encontrarse lejos de su zona de confort”. Y eso, precisamente, fue Neurosis. Un evento impactante en el que la música fue más allá. Un gran cierre, con una banda colosal, bestial.

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