Por momentos me parece que al presidente Enrique Peña Nieto le inspira el presidente ruso Vladimir Putin: un líder que está recuperando el poder de Rusia a través de un gobierno conservador y autoritario, a su vez con éxito económico para la oligarquía rusa. Ahora el presidente mexicano ya tiene su “Pussy Riot”, cuando no necesitaba un problema más.

 

El hombre que aspira a ser visto como un gran reformador, en este momento es un líder torpe que toma malas decisiones. La última mala decisión, a mi juicio, es manipular el discurso contra la violencia como si ésta se originara en las manifestaciones de protesta. De hecho, entre sus críticos pesa la acusación opuesta. La violencia la financia el Estado, los infiltra en las manifestaciones para mancharlas, no detiene a los responsables, se les deja actuar para que el incendio destaque en las portadas de los periódicos y los noticieros, y luego se captura a inocentes.

 

En redes sociales circulan imágenes que alimentan las sospechas: el camión militar 1502319 transportó el día 20 a civiles o a militares vestidos de civil; dos de los pasajeros de ese camión parecen ser los mismos que, en otras fotos del mismo día, salen lanzando bombas molotov.

 

Para unos podría parecer una operación demasiado burda, para otros queda la duda: tal vez esto ha ocurrido por décadas, pero sólo hasta que todo el mundo trae una cámara en la mano se empieza a documentar. De hecho, así fueron las matanzas de 1968 y 1971: infiltrados detonaron el ataque de las fuerzas oficiales. ¿Eso quiere el Presidente?

 

Estuve en la manifestación del 20 de noviembre. Acudí por varias razones. La primera de ellas, y la más poderosa, convicción; la segunda, sentir la manifestación, tras años de no marchar; la tercera, compartirla a través de redes sociales. Fue una de las manifestaciones más pacíficas en las que he estado. Sin embargo, como nunca desde 1987 que marché por primera vez, en las horas previas se sentía la sombra de la represión.

 

En 2012, tras la reelección de Vladimir Putin, un grupo de rock punk ruso, Pussy Riot, entró a una catedral ortodoxa donde simuló orar para luego pararse a cantar y protestar contra Putin. El resultado fue la detención de sus integrantes y sentencia por vandalismo. El hecho dio la vuelta al mundo, y las liberaron semanas antes de los Juegos Olímpicos de Invierno para mejorar la imagen rusa.

 

El 20 de noviembre hubo detenidos tras la marcha multitudinaria. Ya se encuentran bajo investigación por delincuencia organizada y en penales de máxima seguridad. ¿Dónde está la peligrosidad que obligue a trasladarlos a una cárcel de tales características, aun suponiendo que no eran, como se acusa, manifestantes en paz? Los 11 detenidos son los primeros Pussy Riot de Enrique Peña, que ahora adopta como prioridad hablar de que las protestas no deben ser violentas.

 

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El mismo 20 de noviembre quise identificar qué tantas acusaciones hay contra el Ejército por los hechos de Iguala, y di con este dato: el general Alejandro Saavedra, comandante de la 35 zona militar, fue ascendido a general de división el pasado 19 de noviembre. ¿Qué méritos puede tener el general Saavedra para ser ascendido en medio de una crisis que lo involucra por la presunta participación del Ejército en Iguala, además de la obediencia?

 

No sé si la tremenda crisis política termine en la salida de Enrique Peña Nieto, es poco probable aún. Sin embargo, sus decisiones allanan más el camino de la renuncia que el de la permanencia: optar por el autoritarismo en vez de la apertura es un error craso; cancelar la licitación del tren a Querétaro refuerza la tesis del conflicto de interés respecto a la mansión de las Lomas; tratar el tema de la casa como si fuera una telenovela abona al encono; viajar a China y Australia antes que a Iguala demuestra falta de sensibilidad.

 

Para evitar que sigan las malas decisiones, si son inspiradas por Putin, como percibo, nada más recordaría al presidente Peña que México no tiene un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.