BERLÍN. La vida de Peter Schulenburg va con el ritmo de la Historia contemporánea de Alemania. Nació en 1939, el año en que empezó la Segunda Guerra Mundial, le tocó ver como estudiante la construcción del Muro de Berlín en 1961, y estuvo entre quienes se sentaron triunfantes sobre el muro abierto en noviembre de 1989.

 

En su juventud luchó contra el Muro de Berlín excavando túneles para sacar y liberar a alemanes orientales de la entonces República Democrática de Alemania (RDA), y fue apresado por la policía germano-oriental.

 

Regresó a la República Federal de Alemania (RFA) al ser intercambiado por un espía, y además le tocó vivenciar 28 años después la sorpresiva desaparición de la frontera interalemana, lo que se conoce como la caída del Muro de Berlín.

 

A 25 años de la caída del muro, que se celebra este fin de semana en Alemania, recibió a Notimex en sus oficinas.

 

La noche del 9 de noviembre de 1989 “estaba en Berlín, pero no en el Muro. Vi en televisión (por la noche) que los noticieros germanoccidentales informaban que gente estaba subiéndose al Muro de Berlín (que en la zona de la Puerta de Brandenburgo tenía varios metros de anchura)”.

 

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“No se calificaban esos sucesos de Caída o Desaparición del Muro. Tampoco se sabía si eso era algo definitivo o solo temporal. Hasta ese momento, la gente que hacía algo así era balaceada. Entonces ver a la gente que subía al muro libremente y no les pasaba nada, ya era un signo esperanzador”.

 

Al día siguiente, “cuando llegué a mi trabajo en Schering (uno de los grandes consorcios alemanes de la industria químico-farmacéutica), que estaba a solo 100 metros de distancia del muro, vi que fluían muchedumbres de alemanes orientales”.

 

1_ESPECIAL_Muero-de-BerlinContó que eso se debía a que en el mismo edificio de Schering también se encontraba una filial del banco alemán Commerzbank, y el gobierno de Helmut Kohl había decidido otorgar de inmediato 100 marcos a todos los alemanes orientales que pasaran a la República Federal. “El dinero del saludo” se le denominó desde el principio a esa medida.

 

Los directivos de Schering, por su parte, decidieron abrir a esa gente el restaurante de la empresa para que los alemanes orientales que estaban llegando pudieran entrar, tomar y comer gratuitamente todo lo que quisieran. “Tenían los ojos muy abiertos, el restaurante estaba muy bien surtido y había mucho” y tenían libre acceso a todo.

 

Los alemanes orientales en esos momentos eran reconocibles, dijo, “porque estaban muy mal trajeados, en la RDA no había nada”. Recordó que le tocó ver a varios de ellos en esos días con un abrigo que tenía como estampado espinas de pescado, “lo que uno no podía dejar de ver”.

 

“Nosotros enseguida nos ocupamos de llevar a los alemanes orientales que estaban esperando su turno en filas de cientos de metros para entrar al banco, bebidas calientes, que eran té y chocolate caliente. El tiempo estaba bastante frío”.

 

ESPECIAL_Muro-de-Berlín_2No se sabía si la apertura del Muro de Berlín iba a ser una medida duradera, de modo que no fue sino hasta tres días después cuando acudió a la zona en que éste se alzaba frente a la Puerta de Brandenburgo, y entonces se unió a la efervescencia del momento.

 

No solo se sentó sobre el muro, sino que además utilizó un objeto con aristas picudas para arrancarle pedazos, que aún conserva.

 

“Fue un suceso con el que no se había contado, con el que nadie soñaba”.

 

“Sabíamos, por los paquetes de comida que mandábamos mi madre y yo desde hacía años a dos familias germanorientales con muchos niños, que la situación de la gente en la RDA era mala, y que nosotros, aquí en Alemania Occidental teníamos responsabilidad por quienes vivían del otro lado del Muro. La RDA informaba que era la décima economía industrial del mundo, pero no era cierto, como se vio después”.

 

“Lo que más me sigue sorprendiendo es que no se disparó ni un solo tiro. Ayer vi en televisión imágenes en el paso fronterizo entre los dos Berlines en la calle Bornholmer, y los guardias germanorientales lloraban al retirar las barreras, pero no de alegría, sino porque tuvieron que abrir ese paso a todos los alemanes orientales que fluían para pasar al sector occidental de Berlín”. El régimen germanoriental había fracasado.

 

Schulenburg contó a Notimex que la mayoría de los ciudadanos en el Occidente de Alemania no creyó que en su generación les iba a tocar ver la caída del Muro de Berlín. Tampoco los políticos, quienes ya se habían resignado.

 

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“Sostenían reuniones con los corifeos del gobierno de la RDA e incluso hablaban de si tal vez debieran introducirse dos distintas nacionalidades alemanas”.

 

El tema de la desaparición del Muro de Berlín entre las dos Alemanias no pertenecía a la agenda política del gobierno de la RFA , y por lo tanto en 1989 no estaban preparados para esa eventualidad, en caso de que ocurriera.

 

Dijo que fue Kohl, canciller federal de la RFA en 1989, quien con su habilidad reconoció en esos días que se había abierto una ventana de tiempo en la que una revolución podía tener lugar. “Si Oskar Lafontaine hubiera sido nuestro canciller federal en ese entonces, no se hubiera unificado Alemania”.

 

Lafontaine, en esos días la figura política más prominente del Partido Socialdemócrata de la RFA, cuando sobrevino la caída del Muro, estaba en contra de que se llevara a cabo rápidamente la unificación de las dos Alemanias. Quería esperar varios años a que la entonces RDA se adecuara al sistema político y económico occidental.

 

En sus oficinas en el barrio de Dahlem en Berlín, un barrio residencial en una zona boscosa, dijo que no está del todo de acuerdo en la forma como se va a celebrar el jubileo, ya que hay demasiados eventos artísticos mientras hay jóvenes alemanes que no saben quién construyó el Muro o cómo se vivía del lado oriental.

 

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Globos iluminan el recorrido del antiguo muro de Berlín (+fotos)

Foto: EFE

 

La gente, en su afán de hacer desaparecer el Muro lo más pronto posible, lo retiró de tal manera que casi ya no se lo puede ver en Berlín, a excepción de algunos lugares que ahora son memoriales, pero que no reproducen el horror de la Franja de la Muerte establecida por el régimen de la RDA, las torres vigías, los perros, las patrullas, las diferentes secciones que tenía el Muro para evitar su traspaso.

 

Schulenburg, a los 75 años, sigue siendo abogado. Acaba de salir la segunda edición de su libro, que escribió junto con su amigo, Klaus M. von Keussler, y que se titula: “Los ayudantes de las fugas – El Grupo de Wolfgang Fuchs”. DE