BRASILIA. Temprano, cuando los dos candidatos salieron a las urnas para posar ante la prensa en el momento en el que depositaban su respectivo voto, Dilama Rousseff y Aécio Neves coincidieron con una sensación: las campañas fueron hostiles. Se dieron con todo siguiendo las indicaciones de sus estrategas: habla mal del otro que si hablas bien de ti, nadie te creerá.

 

Los miles de escenarios que se pudieron ver en el gigantesco Brasil iban desde un joven muerto (en Río Grande do Norte), quien por tratar de huir de sus rivales se escondió en un centro de votación, sin embargo, los rivales de una banda no se tocaron el corazón para ingresar al mismo para matarlo, hasta el optimismo de ciudadanos que por segunda ocasión, en menos de un mes acudían a las urnas para “hablar” a través del voto.

 

Y sí, los números reflejaron el Brasil dividido: Dilma 51.63% frente al 48.37 de Neves. La brecha: 3.26%. Se trata del factor inercial. La inercia de los 50 millones de brasileños que reciben los beneficios de los cacareados programas sociales es la que en el último minuto le dio oxígeno a Dilma. Una candidata desgastada por los soflamas de corrupción (en la empresa Petrobras) que le endilgó Neves durante las últimas dos semanas. Lo bueno, para Dilma, es que el tema de la corrupción poco le interesa al segmento bajo (en ingreso) de la población.

 

Feliz por la reelección, Dilma Rousseff instó al país a la “unidad”. “Insto sin excepción a todas las brasileñas y a todos los brasileños a unirnos por el futuro de nuestra patria y de nuestro pueblo”.

 

“No creo sinceramente, del fondo de mi corazón, que estas elecciones hayan dividido el país”, afirmó en un hotel de Brasilia, arropada por su antecesor y mentor político, Luiz Inácio Lula da Silva, y cientos de militantes y miembros de la dirección nacional del Partido de los Trabajadores (PT).

 

“Entiendo sí que estas elecciones movilizaron ideas y emociones a veces contradictorias, pero movidas por un sentimiento común: la búsqueda de un futuro mejor para el país”, apuntó.

 

Rousseff también tendió una primera invitación al diálogo a la oposición y manifestó su “esperanza” en que “la energía” que todos los brasileños invirtieron en este proceso sea “un buen terreno para la construcción de puentes”.

 

En ese marco, dijo que su primer llamamiento a los brasileños es “a la unión, a la apertura y a diálogo”, para que “el calor liberado al fragor de la disputa puede ser transformado en energía positiva para un nuevo momento de Brasil”.

 

Empujada por una realidad apabullante y focalizada en Petrobras, Dilma reconoció: “Tendré un compromiso riguroso con el combate a la corrupción y con el fortalecimiento de los mecanismos de control para acabar con la impunidad, que es su gran protectora”, declaró.

 

También se comprometió a “promover con urgencia acciones localizadas, en especial en la economía, para retomar el ritmo del crecimiento, continuar garantizando los altos niveles de empleo y asegurar la valorización del salario”.

 

Por su parte, el senador socialdemócrata Aécio Neves reconoció la derrota y pidió a la mandataria unidad tras la elección más polarizada de las últimas décadas.

 

“Considero que la mayor de todas las prioridades es unir Brasil en torno a un proyecto honrado que dignifique a todos los brasileños”, afirmó Neves en una declaración concedida en Belo Horizonte tras la divulgación de los resultados oficiales.

 

El senador, quien estuvo acompañado de su mujer, la ex modelo Leticia Weber, contó que llamó a Rousseff para felicitarle por su triunfo y desearle “éxito en la conducción de su Gobierno”.

 

A pesar de la derrota, Neves dijo sentirse “más vivo que nunca, más soñador” y “con el sentimiento de que cumplimos nuestro papel”.

 

“Combatí el buen combate, cumplí mi misión y guardé la fe”, dijo en un breve encuentro con periodistas y correligionarios, en el que agradeció el voto de los “millones de brasileños que apuntaron el camino del cambio”.