Si bien México se ha convertido en el país más peligroso para el oficio de ser sacerdote, pues en 15 años 24 prelados han sido asesinados, la Iglesia también ha jugado un papel como cómplice del crimen, y “no ha reconocido que ha fallado en muchas situaciones”, afirmó Bernardo Barranco, especialista en temas religiosos.

 

En el foro “La Iglesia frente a la violencia”, convocado por la Universidad Iberoamericana, Barranco señaló no obstante que la Iglesia en México puede ser un factor de concordia y de paz, y sobre todo de desarrollo de una cultura de la no violencia.

 

La Iglesia no ha evangelizado adecuadamente, pues entre sus feligreses hay muchas víctimas, pero también muchos victimarios, reconoció en el mismo encuentro el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda.

 

Como sociedad hemos “pecado de omisión” ante los actos criminales, dijo e hizo un llamado a la iglesia católica y a sus seguidores para no “acostumbrarnos a esta situación, ni caer en el pesimismo estéril”.

 

El arzobispo planteó la posibilidad de reorientar y enfocar la doctrina eclesiástica hacia una verdadera promoción de una cultura de auténtica reconciliación y paz.

 

La directora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Ibero, Helena Varela, recordó que el foro se realizó porque es plausible considerar a la Iglesia como un actor político, en el sentido de que la institución eclesiástica va más allá de su jerarquía interna: la Iglesia, aseguró, es también “comunidad”.

 

Varela, especialista en gobernabilidad e instituciones políticas, señaló que la Iglesia “es un sujeto social que se aglutina en torno a un sistema”, y cuenta con una gran diversidad de voces dentro de su congregación.

 

Ejemplificó su tesis con el caso de la actuación de la Iglesia durante la Guerra Civil Española, o las acciones de monseñor Romero en El Salvador.

 

Un punto importante que ofreció Varela en su intervención para comprender el papel de la Iglesia ante el problema, es el hecho de que existen regiones en México en las que no hay más autoridad que la propia Iglesia.

 

 

Tres desaparecidos
Helena Varela ofreció algunos datos de cómo la Iglesia ha sido también un blanco de la violencia: puntualizó que el año pasado fueron asesinados tres sacerdotes, y otros tres permanecen desaparecidos. Añadió que las autoridades eclesiásticas recibieron mil 465 reportes de intentos de extorsión contra curas, y en localidades como Apatzingán se han cerrado templos.
De hecho, en diciembre del año pasado el arzobispo primado de México, Norberto Rivera, reveló que recibió una llamada de extorsión por parte del Cártel de La Familia Michoacana.
“Seguir soportando los modelos de violencia que se difunden a nadie ayuda. Nosotros mismos nos estamos agrediendo”, señaló el purpurado, dijo Rivera Carrera en aquella ocasión ante la feligresía.
“La Iglesia como actor político tiene la posibilidad de optar como un camino. Puede tener incluso una postura de resistencia. Nos debemos preguntar: ¿cómo creemos que la Iglesia debe posicionarse ante un acto como la violencia?”, expresó la académica.
En su participación, el doctor Agustín Basave, quien coordina la Oficina de Vinculación y Relaciones Externas de la Ibero, precisó que “en México la Iglesia tiene una responsabilidad fundamental; tiene que acabar con su complicidad, denunciar la corrupción de las autoridades, porque la gente la escucha. La religión y lo que ocurre afuera no deben estar separados”.