BOGOTÁ. Como en una novela por entregas, la campaña presidencial en Colombia contó en menos de una semana con una trama de escándalos que la ensombrecieron. La guerra sucia, la falta de debates televisados con la participación de todos los candidatos y sus vagas propuestas enviaron un mensaje de desconcierto a una sociedad consciente de que el país atraviesa un momento clave y un posible futuro de paz.

 

Los cinco candidatos, incluido el presidente Juan Manuel Santos, que aspira a la reelección, arrancaron hace más de dos meses sus giras por el país y han llenado de propaganda electoral medios de comunicación y vallas, pero cuesta identificar las propuestas de cada uno más allá del tema de la paz.

 

Y es que las negociaciones del gobierno de Santos con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que han arrojado ya tres acuerdos preliminares, han sido el eje temático innegable de la campaña.

 

Las descalificaciones a la gestión de Santos y las críticas a la figura de la reelección en Colombia marcaron también una primera fase de la campaña, en la que el tedio destacaba en un abanico de aspirantes sin apenas carisma.

 

Para resolver esos vacíos, los publicistas del uribista Óscar Iván Zuluaga le identificaron con la “Z” del Zorro, Santos cambió a su jefe de campaña cuando las cosas empezaron a irle mal y la candidata de la izquierda, Clara López, se soltó literalmente el moño que siempre ha destacado su peinado para darle aire fresco a su propuesta.

 

Medios de comunicación, universidades y gremios convocaron debates de candidatos a los que asistían siempre Zuluaga, López y la conservadora Marta Lucía Ramírez, pocas veces Peñalosa y nunca el presidente-candidato Santos.

 

Ramírez llegó a llevar dos sillas de plástico a uno de los debates para evidenciar la ausencia de Peñalosa y Santos, quienes han reconocido que no quieren pelear con sus contendientes.

 

La campaña se animó, para tristeza de la democracia, cuando a tres semanas de las elecciones comenzaron a aflorar escándalos y una tenaz guerra sucia entre los dos principales candidatos: Santos y Zuluaga, que han llegado a un empate técnico en las encuestas.

 

Uribe acusó públicamente a Santos de usar dinero del narcotráfico tras conocerse que sus más cercanos colaboradores, entre ellos el venezolano Juan José Rendón, había recibido 12 millones de las mafias, a lo que se sumó el descubrimiento de una operación de espionaje a los negociadores en Cuba con el fin de boicotear el proceso de paz, por parte de Zuluaga.

 

Ningún candidato ha sido capaz de comunicar efectivamente su programa de gobierno, a pesar de que todos incluyen propuestas para mejorar servicios básicos, presentadas en un derroche multimedia en sus páginas de internet y redes sociales.

 

En educación, todos comparten propuestas que aspiran a mejorar la capacitación y situación salarial de los maestros, a ampliar la cobertura y la calidad de la educación de la primera infancia; al tiempo que apuestan por renovar el privatizado sistema de salud para favorecer al paciente y no al empresario.

 

Solucionar los profundos problemas del campo, que han derivado en protestas durante 2013 y 2014, es prioritario para la izquierdista López, que piensa renegociar los tratados de libre comercio y renovar el modelo de desarrollo con un impulso de la industria.

 

Peñalosa propone un Ministerio del Bienestar Rural, Ramírez duplicar la producción agrícola y condonar las deudas de los campesinos, Santos construirá más vivienda y empleo en el campo, y Zuluaga reforzar el enfoque regional en un país centralista.

 

Mientras, Zuluaga y Ramírez rescatan la “seguridad democrática” de su ex jefe, el ex presidente Álvaro Uribe, Santos propone crear el Ministerio de Seguridad Ciudadana con miras al postconflicto, mientras que Peñalosa y López son partidarios de fortalecer la justicia más que los esquemas de fuerza pública.

 

Peñalosa y Ramírez tienen planes de combatir la corrupción, sobre todo la segunda, que promete crear un “Bloque de Búsqueda Anticorrupción”.

 

La gran ausente en estas campañas, según advierten la Defensoría del Pueblo y el actual vicepresidente, Angelino Garzón, es una política firme de derechos humanos y reconciliación, la base del postconflicto y la Colombia del futuro.

 

Zuluaga, el alfil de Uribe para retomar el poder

 

El ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga, un político de pueblo y sin carisma, es la carta de Álvaro Uribe para reinstalarse en el poder tras sentirse traicionado por el actual mandatario, Juan Manuel Santos.

 

Zuluaga, economista de 55 años y que se define a sí mismo como un hombre “tranquilo, moderado, decente y ecuánime”, se ha convertido, como candidato del Centro Democrático y por obra de su mentor, en el más serio rival de Santos en su campaña para la reelección, según las encuestas de intención de voto.

 

Uribe, que fue presidente entre 2002 y 2010, no puede aspirar a un tercer mandato por impedimento constitucional, pero encontró en Zuluaga al hombre que promete aplicar al pie de la letra su ideario político, un “títere”, según sus opositores.

 

Nacido en Pensilvania, un pequeño pueblo del departamento de Caldas, en el centro cafetero del país, Zuluaga cuenta que desde niño quiso ser presidente, inspirado en la vida del ex primer ministro británico Winston Churchill, al que leía en libros recomendados por uno de sus profesores.

 

Pero ese sueño, que empezó a tomar forma en las encuestas, puede verse truncado por el escándalo en que está metido tras revelarse que mantuvo contactos con un pirata informático detenido este mes por espiar ilegalmente a los negociadores del proceso de paz entre el gobierno y las FARC.

 

Uribe, senador electo, cuenta que en las giras que hace por el país como si fuera el candidato le han preguntado qué garantías tienen los electores de que “este (Zuluaga) no se va a torcer como el otro (Santos)”, y él les contesta que no habrá problema porque “este (Zuluaga) sí es derechito”.

 

Zuluaga y Uribe se conocen desde comienzos de los años 90 cuando el primero era alcalde de Pensilvania y el segundo senador, y compartían su preocupación por el crecimiento de la actividad guerrillera en la zona cafetera del centro del país.

 

Tras unos años dedicado a la empresa privada en la siderúrgica Acesco, participada por su familia, Zuluaga volvió a la política en 2002 como senador por Caldas a la cabeza de un movimiento fundado con Luis Alfonso Hoyos, su amigo de toda la vida y principal implicado en el escándalo del pirata informático.

 

Fue senador hasta 2006 y un año después Uribe lo nombró titular de Hacienda, cargo que ocupó hasta el final de su gobierno, el 7 de agosto de 2010, y por el que fue reconocido en 2009 como el mejor ministro de esa cartera de América Latina por sortear la crisis mundial sin sobresaltos para la economía colombiana.

 

Zuluaga estudió economía en la Universidad Javeriana de Bogotá y tiene un máster en Finanzas Públicas de la Universidad de Exeter (Reino Unido).

 

Cuando Uribe creó el Centro Democrático, en enero de 2013, siempre estuvo en primera fila como el discípulo más aplicado del ex mandatario y la convención de ese partido lo ungió como candidato presidencial a finales del año pasado.

 

Como compañero de fórmula a la Vicepresidencia, Zuluaga escogió a Carlos Holmes Trujillo, político y ex diplomático oriundo del departamento del Valle del Cauca y también uribista de corazón.

 

Zuluaga está casado hace 26 años con Martha Ligia Martínez, con quien tiene tres hijos: Juliana, Esteban y David.