Las crónicas fueron reveladoras y llenas de simbolismos como mensajes: René Bejarano se coló a la primera fila de la ceremonia central de celebración de los 25 años del PRD para aparecer cerca de Cuauhtémoc Cárdenas.

 

Y si Cárdenas lo saludó o no al final fue lo de menos. Lo más importante quedó en la imagen de Bejarano, líder de la tribu Izquierda Democrática Nacional y el personaje que como operador de López Obrador en el gobierno del DF apareció en un video recibiendo dinero político ilegal del empresario Carlos Ahumada Kurtz a cambio de favores políticos.

 

En cambio, las figuras más destacadas de la izquierda socialista del Partido Comunista Mexicano brillaron por su ausencia en los discursos de Cárdenas y Jesús Zambrano: José Revueltas, Arnoldo Martínez Verdugo y Pablo Gómez. La ceremonia formal mostró al PRD como una reproducción triste del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana o del Partido Popular Socialista de los sesenta y setenta, los revolucionarios y socialistas domesticados como apéndices del viejo PRI.

 

En todo caso, el 25 aniversario le sirvió al PRD, ya de una vez por todas, para romper amarras con la izquierda socialista que fue su venero y para sacar del cajón de los cachivaches la bandera de la Revolución Mexicana -cualquier cosa que ella signifique-; es decir, abandonar para siempre, del lunes en adelante, la relación socialismo-izquierda para conformarse con el espacio populista-priista.

 

De todos modos, el PRD tendrá que cargar con el análisis de sus nuevas definiciones carentes de ideología, de clase obrera y clase campesina y de compromisos con el pasado ideológico. El PRD quedó, en los discursos de Cárdenas y Zambrano, igual a como estuvo en sus peores años el Partido Comunista; queden aquí sólo tres críticas de Revueltas al desviacionismo del PCM que aparece hoy reproducido en el PRD:

 

1.- La práctica sin praxis no es sino una locura brujular, una pérdida del polo magnético del conocer -que define, empero, en esencia, la actividad de grupúsculos “marxistas” y del marxismo vulgar en su conjunto-, de lo que se deriva finalmente una deformación objetiva de los procesos revolucionarios, con la correlativa sucesión de las grandes derrotas históricas que ha sufrido la clase obrera.

 

2.- El abandono de la clase obrera determinó que el partido en la lucha revolucionaria degenerara en un practicismo ciego, sin teoría concreta, sin conocimiento de la realidad, que lo condujo, en determinados periodos de su existencia a convertirse en un instrumento de las clases no proletarias de la sociedad y en particular de la burguesía y la pequeña burguesía.

 

3.- La única clase llamada a hacerle al “gobierno revolucionario” una concurrencia política es aquella que también viene a ser la única que puede hacerle concurrencia económica a las clases poseyentes que el gobierno y su partido de Estado representan. La hegemonía de la clase obrera vía el PCM debía de ser, en el análisis de Revueltas, la verdadera forma de lucha por el poder.

 

Frente al desafío de redefinir el papel del PRD como un “partido revolucionario” de izquierda, Cárdenas y Zambrano se dedicaron a construir una retórica pragmatista del partido, a sacar de su tumba a la Revolución Mexicana y a perfilar al PRD como una especie del PRI populista de Cárdenas y Echeverría.

 

El PRD no debería olvidar aquel consejo que dio Jesús Reyes Heroles al Partido Comunista Mexicano al recibir la solicitud de registro legal: “llevar al régimen a la derecha depende (…) de la ineficacia de la izquierda en impedirlo y de la incapacidad del propio gobierno para evitarlo”.

 

La celebración de los primeros 25 años del PRD quedó marcada por la presencia activa y en primera fila de René Bejarano junto a Cárdenas.