A pesar del enorme esfuerzo dedicado –inclusive lo pensó y comenzó antes que Cien años de soledad–, la novela El otoño del Patriarca ha corrido con mala suerte. Y por tres razones: circuló después de la gran novela de Macondo, se comparó con los dictadores que dominaban la zona latinoamericana hacia mediados de los setenta y fue leída con suspicacia en Cuba por cierto tono que había disgustado a Fidel Castro. Por tanto, El otoño del Patriarca es la única novela maldita en Cuba, no circula, no ha sido reeditada, carece de reflexión y ha sido marcada por intelectuales fieles al señor del mando en Cuba.

 

La novela de García Márquez circuló en el tiempo literario de otras dos con la misma temática: en 1974 aparecieron las novelas Yo, el Supremo del paraguayo Augusto Roa Bastos y El recurso del método de Alejo Carpentier, ambas de temática sobre dictadoras. Antes habían circulado, en 1926, Tirano Banderas, del español Ramón del Valle Inclán, en 1946 se había publicado El señor presidente, del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, y en 1970 circuló El gran solitario de Palacio, del mexicano René Avilés Fabila. Años después, en el 2000 aparecería la extraordinaria novela La fiesta del Chivo, referida exclusivamente a la vida del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, porque las anteriores no tocaban referencias concretas sino generales.

 

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