Si algún resentimiento se llevó Luis Donaldo Colosio, fue contra Manuel Camacho Solís.

 

El asesinado candidato a la Presidencia de la República dio al menos tres muestras de su incompatibilidad con el ahora senador del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

 

La primera fue el 19 de marzo al concluir su última gira completa -apoteósica, con suma de los principales cuadros perredistas de Michoacán- de campaña.

 

Tras su mitin matutino en Zitácuaro partió hacia un paraje, carretera adentro hacia la ciudad de México, donde lo esperaba un helicóptero prestado por Ricardo Canavati Tafich.

 

Rumbo a la máquina de un solo motor, aterrizado en un barbecho de tierra suelta entre cerros, subimos a su Blazer el general Domiro García Reyes, el conductor, Colosio y yo.

 

Plática de al menos 40 minutos, 20 en la camioneta y 20 casi al pie del helicóptero.

 

Uno de los temas, obvio, fue el diálogo sostenido por el candidato presidencial con el comisionado por la paz en Chiapas, Manuel Camacho Solís, en la casa de Luis Fernández Martínez del Campo en la colonia San Miguel Chapultepec.

 

-Fue un encuentro muy cordial. Político, pero cordial. No hubo agresiones y en algunos momentos hasta utilizamos términos amables. Éramos amigos pero no fue, tampoco, un lenguaje de amigos -me confió cuando lo convencí de hablar del tema, con el general García Reyes de testigo.

 

-¿Cuándo se perdió esa amistad?

 

-Yo creo que no se ha perdido. Lo que sucede es que cada uno está en su lucha y hace cosas. Hablamos de viejos tiempos, de nuestro paso por la SPP (Secretaría de Programación y Presupuesto), de algunos proyectos que nos tocaron. Entonces sí recordamos nuestra amistad y hasta con gusto algunas cosas.

 

-¿El acepta su fracaso?

 

-Tuvo palabras de respeto personal.

 

-¿Respeto en Camacho? ¿Con qué palabras?

 

-Me dijo: “Te deseo suerte”.

 

-Pero no propuso incorporarse.

 

-No abiertamente. Tiene que pasar tiempo para que se den nuevas convergencias. Lo voy a seguir viendo, lo voy a invitar. No quiero, no puedo dejar a nadie solo. Este es un proyecto de país y en el país estamos todos.

 

-¿Qué le reprocha él?

 

-No hubo reproches de su parte. No los hubo ni de mi para él ni de él para mí. Tampoco hubo reconocimientos mutuos.

 

La cena duró dos horas y media, según datos de Colosio. De ese tiempo, hora y media fue sobre Chiapas:

 

“Me dijo que no manejaba Chiapas como inquietud política. Que estaba allá por convicción, por servir a la República. “No estoy jugando”, me dijo”.

 

-¿Camacho no quiere usar Chiapas para acercarse, por decirlo de alguna manera, a usted?

 

-Él sabe que no lo necesita. Simplemente le dije que los acuerdos que alcance los sabré cumplir. “Tienes mi palabra, Manuel, pero dame la tuya también”, le pedí.

 

“¿Qué palabra quieres si, si todo se maneja abierto?”, me contestó.

 

“Sí, repuse, sabes a qué me refiero…”.

 

-¿Y a qué se refería usted exactamente? A mí tampoco me queda claro -interrumpí a Colosio.

 

-Tampoco a él. Le pedía que asumiera un compromiso, que asumiéramos un compromiso mutuo: yo respetaría sus acuerdos y él no haría de Chiapas un botín político.

 

-¿Qué le dijo él?

 

-Que quien quiera que sea presidente… –Colosio volteó a verme. Y tras la pausa:-Que quien quiera que sea presidente –nueva pausa y nueva mirada del candidato sobre mí-…

 

-Entiendo –interpreté-: Camacho no cree que usted va a ser presidente…

 

-¡Eso! –me interrumpió Colosio:- No cree que voy a ser presidente… Que quien quiera que sea presidente debe respetar los acuerdos de Chiapas… Yo le dije que sí, pero sin usufructuar el conflicto.

 

-¿Y él qué le contestó?

 

-¿Qué querías que contestara, si es un hijo de… -su rostro se enrojeció.

 

TACHE DE ELOGIOS E INSULTOS

 

Cuatro días después, el martes 22 de marzo, Manuel Camacho Solís anunció en Chiapas su decisión de declinar, por esa ocasión, sus aspiraciones a la Presidencia de la República.

 

A su pronunciamiento siguió la orden a Luis Donaldo Colosio de saludar el anuncio de Camacho Solís.

 

Se encontraba en Culiacán, donde comió con la estructura priista en la sede del comité estatal y se trasladó al hotel Executivo, donde tenía una suite.

 

Lo esperaba el mayor Germán Castillo mientras llegaba con lentitud un fax transmitido desde la ciudad de México.

 

Alguien de la ayudantía -tal vez el propio Castillo– puso en la parte superior de la primera hoja con mayúsculas: “DR CÓRDOVA”.

 

Colosio intentó comunicarse con una niña de Mazatlán, quien por la mañana le había entregado una carta. No lo consiguió en dos llamadas. Luego fue hacia el documento mientras Castillo intentaba inútilmente localizar a la adolescente de unos 13 años.

 

-Imposible. Está en clases –le informó Castillo.

 

Mientras, Colosio tachó las mayúsculas de la parte superior y empezó a leer la primera hoja, en tanto llegaba la segunda del fax de tres.

 

Hizo anotaciones, subrayó, alguna corrección y, en segunda lectura, tachó los párrafos más elogiosos hacia Manuel Camacho.

 

Dejó algunas perlas:

 

“Se afirma la seriedad con que nuestro gobierno ha abordado la construcción de una paz duradera en Chiapas. También nos recuerda que es aún complejo el camino para obtener condiciones que ataquen de raíz las causas de ese problema que tanto ha afligido a los mexicanos y que en su atención no puede haber distracciones ni desviaciones, como lo muestra la encomiable labor del licenciado Camacho

 

“Por sus convicciones, por su sensibilidad y capacidad negociadora, Manuel Camacho es el mejor hombre para construir la paz justa en Chiapas”.

 

Pero tachó desmesuras. El primer párrafo eliminado con tachones a su estilo con el bolígrafo verde y un “¡Que chingue a su madre!”:

 

“Por eso, Manuel Camacho tiene todo mi respaldo en el cumplimiento de su importante misión, como lo he dejado claro desde el primer momento en enero y, desde ahora, me comprometo que de llegar a la Presidencia cumpliré los compromisos que en aras de la pacificación y la reconciliación adquiera el Gobierno de la República”.

 

Luego tachó otro con la misma expresión: “¡Que chingue a su madre!”:

 

“La declaración pública del Lic. Camacho confirma nuestra confianza en su trabajo; trabajo por México y por la paz. Hoy, además, contribuye a eliminar cierta confusión que se suscitó en algunos, sobre las opciones políticas que desde hace ya varios meses se han presentado ante los mexicanos para la elección presidencial de agosto próximo”.

 

A las prisas bajó a un salón del hotel Executivo y leyó este documento ante la prensa, quién lo hubiera imaginado, a 24 horas de ser asesinado en Tijuana. Pero el 23 de marzo por la mañana voló de Mazatlán a La Paz en un jet con sólo tres acompañantes: el general Domiro García Reyes, Oscar Espinosa Villarreal, secretario de las finanzas priistas, y Ramiro Pineda Murguía.

 

Ahí, mientras leía un diario donde se filtraba un supuesto entendimiento suyo con Camacho, Espinosa Villarreal lo interrumpió:

 

-Te ha de haber caído muy bien esa información, ¿verdad?

 

-¡Cómo no! –ironizó Colosio y censuró la complacencia de Carlos Salinas de Gortari: -Han dejado ir muy lejos a Camacho. Pero olvidemos a ese cabrón y veamos hacia delante.

 

Hoy ese “cabrón”, Camacho, se promueve como seguro brazo derecho de Colosio.

 

Camacho está vivo para hablar; de Colosio sólo quedan sus hechos, sus documentos y sus declaraciones.