La sordera se presenta hasta en tres recién nacidos por cada mil nacimientos y aunque son diversas las causas, la más frecuente es la malformación congénita. La sordera puede ser detectada desde recién nacido con un estudio a tiempo.

 

Coral García Serrano, especialista en Otorrinolaringología recordó que en México se estableció desde el 2013, que a los recién nacidos se les empiece a realizar un estudio de emisiones otacústicas para la detección oportuna de la sordera.

 

La sordera es la dificultad o imposibilidad de usar el sentido del oído, debido a una pérdida de la capacidad auditiva parcial o total, unilateral o bilateral. Quien la padece está impedido para procesar la información lingüística, afectando de forma adversa la vida cotidiana de una persona.

 

La especialista del Hospital General Regional No.36 “San Alejandro”, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Puebla, explicó que también se contemplan otros factores que predisponen daños en el oído, originados por ruidos intensos de gran magnitud y, en el caso de los adultos, también por problemas degenerativos.

 

“Los padres son los primeros en detectarlo por ciertas señales de conducta en sus pequeños hijos, por ejemplo, al notar que no responden a ruidos fuertes”, dijo.

 

También puntualizó que es común que a los 12 meses el niño no pronuncie ciertas palabras como mamá o papá, y desde esa etapa hasta los tres años tenga dificultad con el desarrollo del lenguaje y con el aprendizaje.

 

Con estos indicadores de conducta, el niño debe someterse a otros estudios más especializados para determinar donde se ubica la sordera y sus orígenes.

 

Existen dos tipos de sordera: la de conducción, en donde los daños son reversibles cuando se presentan del pabellón hacia la parte del oído medio, ya sea por un tapón de cerumen, una laceración del conducto, líquido a nivel de oído medio y ruptura de membrana timpánica.

 

El segundo tipo es la sordera sensitiva, esta es irreversible cuando la afectación se ubica en el oído interno en el caracol donde se decodifica el sonido desde afuera y se amplifica hacia el cerebro para convertirse en el área medular del lenguaje.

 

En la mayoría de los casos es causada por ruidos intensos, sea en las fábricas, la exposición a los aparatos auditivos, por enfermedad al detectar un virus como la meningitis, la exposición a tóxicos, entre otros.

 

“Un sonido de 90 a 110 decibeles puede afectar el oído hasta un grado irreversible, con una sola emisión, porque se dañan las células del oído interno que conduce el sonido al cerebro. Este nivel de decibles, como ejemplo, está presente en el ruido del motor de un avión o al taladrar el pavimento”, mencionó.

 

Subrayó que en la actualidad es frecuente utilizar audífonos, que afectan la función audiológica, como se ha comprobado; por ello hace un llamado a la población a no utilizarlos por más de una hora diaria y a más del 60 por ciento del nivel de volumen, ya que de lo contrario, el daño al oído sería irreversible.