Dos gobernadores que no las han traído consigo recibieron un buen apapacho del presidente Enrique Peña Nieto, en el momento en que quizás, más lo necesitaban. Se dio durante una reciente reunión en Los Pinos con los gobernadores, donde el Presidente les agradeció a Ángel Eladio Aguirre de Guerrero, y a Gabino Cué de Oaxaca, el apoyo tan importante que le dieron durante el proceso de la reforma fiscal. Pero con Aguirre, cuentan, fue más allá, al reconocerle abiertamente la amistad y lealtad del guerrerense con su viejo amigo.

 

En esto del recuento de saldos, un diputado que salió muy bien evaluado tras los procedimientos de la Reforma Energética fue Ricardo Anaya del PAN, presidente de turno en el Congreso. Dicen los que saben que Anaya estudió el procedimiento en las sesiones y jugó con el librito para enfrentar a todos aquellos que quisieron retorcer las normas establecidas. Pero sobretodo, le reconocen sus opositores en el PRI, asumió todo el costo político de haber pedido la seguridad dentro del salón de sesiones alterno –que le permite el reglamento-, para evitar que también ahí tomaran la tribuna.

 

El revés para el jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, al ser aplazada la reforma para la capital federal al próximo año, le benefició más de lo que se imaginan muchos. Dicen los que saben que Mancera, que tiene esa reforma como el eje de su gobierno y cambiar el orden administrativo de la ciudad de México, al final pudo ganar más perdiendo. En donde comenzaron a ver que los perredistas más sofisticados en el pensamiento fueron reduciendo el impulso, es cuando se entró a la discusión de otorgarle a las delegaciones el rango de municipios, donde las luchas tribales de la izquierda podrían haberles generado una terrible jaqueca interminable.

 

Darling de los medios, aunque un poco venido a menos, se puede alegar que el Subcomandante Marcos es una de las figuras públicas que más solicitudes de entrevistas de prensa ha recibido en las últimas semanas. La legendaria figura que fue la voz del EZLN cuando encabezaron el levantamiento indígena el 1 de enero de 1994, ha estado relativamente callado por varios años, recuperándose de viejos males de salud y trabajando—no necesariamente por las comunidades que en aquél entonces salieron a defender que, según todos los estudios a la mano, están peor que hace 20 años. El fracaso de esa lucha, dicen los que saben, no le quita el imán mediático que tiene desde entonces.