En los más altos niveles empresariales hay temores de que uno de su clase vaya a ser utilizado como ejemplo por el presidente Enrique Peña Nieto de que no hay impunidad con ningún sector. Los temores se acentuaron esta semana con el expediente en contra del principal accionista de Mexicana, Gastón Azcárraga, que pude terminar con una orden de aprehensión. Recuerdan que golpes quirúrgicos con mensajes claros fueron hechos durante el primer año de gobierno de Carlos Salinas, con líderes sindicales y empresarios de gran calado. En aquél momento era por legitimidad. Ahora, dicen los que saben, Peña Nieto no necesita esa legitimidad, pero tampoco que, como la maestra Elba Esther Gordillo y varios líderes empresariales, piensen que están por encima del gobierno.

 

El reloj político ya casi toca alarma para que despierte el gobernador de Tabasco Arturo Núñez. Su último informe de gobierno estuvo centrado en los procesos judiciales en contra de su antecesor Andrés Granier, lo que despertó entusiasmo en el arranque de su administración por el énfasis en luchar contra la corrupción, pero que después de 12 meses, parece a tabasqueños y políticos en el Distrito Federal que es insuficiente. Las críticas a Núñez ya comenzaron a correr entre gobernadores y políticos del PRI, que piensan que ha sido el más grande beneficiaron de los favores presidenciales, y que los dividendos han sido raquíticos. Demasiado para Núñez desde el centro, muy poco en términos de resultados y eficiencia administrativa.

 

El presupuesto federal aumentará 14% en educación para este año, pero hay un sector que cae dentro de las responsabilidades del secretario Emilio Chuayffet, que no está brincando de gusto: la industria cinematográfica. Dicen los que ya se metieron a las entrañas del presupuesto de la SEP, que el Centro de Capacitación Cinematográfica recibirá 43% menos presupuesto que el año pasado, los Estudios Churubusco Azteca 38% menos, y el Instituto Mexicano de Cinematografía menos 7.6%. Oséase, si se quieren seguir haciendo las películas taquilleras de los últimos tiempos, se requerirá más inversión privada y menos pública.

 

Los diputados de Nueva Alianza han venido trabajando una iniciativa en el Congreso que por alguna extraña razón, más entendible en los viejos esquemas mentales ideológicos que en la escala de méritos, no se había planteado formalmente en el pasado: que el nombre del poeta Octavio Paz se inscriba con letras de oro en el recinto legislativo de San Lázaro. Paz era un nombre que polarizaba, en los años de la Guerra Fría, y la ideología lo satanizó durante años. Pero, dicen los que saben, las cosas han cambiado y la posibilidad de que el nombre del único Premio Nobel mexicano de Literatura llegue al Congreso, está a punto de convertirse en realidad.