Uno de los más recientes retos del Foro Consultivo, Científico y Tecnológico, (AC) es apoyar al Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONACYT) en consensar un conjunto de propuestas, demandas y puntos de perspectiva para alimentar el proceso de construcción y de diseño del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (PECITI), que se presentará en breve al gobierno y a la sociedad en general.

 

En días pasados, a convocatoria del Foro Consultivo, se dieron cita diversos órganos de consulta y asesoría en ciencia, tecnología e innovación de una decena de países de América Latina y el Caribe para intercambiar experiencias y analizar en conjunto problemas en común. El ejercicio fue muy oportuno y enriquecedor para el FCCyT porque le permitió revisar sus oportunidades y fortalezas, por un lado, así como identificar sus debilidades y amenazas, por el otro, en su papel de facilitador de consensos entre las comunidades de la CTI: investigadores, académicos, empresarios, sociedad y gobiernos.

 

México, al igual que otros países de América Latina y del resto del mundo, dispone de organismos de asesoría y consulta en ciencia, tecnología e innovación (CTI), cuyas principales tareas tienen que ver con cómo la aplicación del conocimiento puede ayudarnos a construir mejores condiciones de bienestar y desarrollo social.

 

En el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, la sociedad y los órganos de gobierno y de Estado pueden encontrar un conjunto de alternativas para enfrentar los desafíos que nos plantea la economía global, tecnológicamente desarrollada.

 

Tales desafíos se pueden agrupar en dos tipos: por un lado, cómo hacer que la CTI cobre legitimidad frente a la sociedad. Hay poco conocimiento y, en ocasiones, nulo interés respecto del papel que puede jugar el conocimiento que se genera en las universidades, los centros de investigación y las instituciones de educación superior para mejorar las condiciones de vida de la población.

 

Por otro lado, está todo lo que tiene que ver con la comunicación con la ciudadanía, ya sea para recoger sus inquietudes, demandas y puntos de vista, o bien para que se desarrollen programas de alfabetización científica y la gente vea en la CTI la solución de sus grandes problemas. Un ejemplo formidable es la Cruzada Nacional contra el Hambre, donde los órganos consultores y asesores en CTI hacen llegar a las autoridades políticas, a los dirigentes empresariales, de los trabajadores y de las comunidades en general un conjunto de alternativas para los procesos de toma de decisiones y el diseño de políticas públicas respectivas.

 

Con los políticos, es necesario que ellos adviertan las prioridades planteadas desde las bases sociales e implementen programas de apoyo basados en evidencia y en las experiencias de los ámbitos de investigación de la ciencia y la tecnología. En tanto, con los empresarios es imprescindible que sean capaces de reconocer que asumir riesgos en sus unidades productivas implica también asumir riesgos en ciencia y tecnología; se trata de dar oportunidades a los científicos e investigadores locales para incorporar tecnologías producidas de manera regional.

 

En México, como en los otros países, históricamente se ha dado lo que conocemos comúnmente como políticas gubernamentales. Se trata de ejes estratégicos definidos, diseñados y aplicados exclusivamente por los gobiernos. Sin embrago, a partir de las reformas hechas a la Ley de Ciencia y Tecnología en el 2002, actualmente se incluye la participación de las comunidades académica, empresarial y social en esa toma de decisiones que tienen que ver con la CTI; de modo en prácticamente una década, nuestro país está todavía en proceso de aprender cómo construir e implementar políticas públicas en la materia.

 

Contra lo que pudiera pensarse, estos procesos de participación no son sencillos: se tienen que identificar las necesidades de las comunidades; también es preciso generar consensos y diálogos amplios, incluyentes y multidireccionales. Hay que recoger opiniones y propuestas pero también hay que dar respuestas viables desde la ciencia, la tecnología y la innovación a los grandes problemas nacionales.