La mañana del pasado 14 de septiembre, una grave noticia pasó casi desapercibida para la opinión pública, pese a que la mayoría de los medios de comunicación e información daban cuenta de ella: 24 horas antes, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emitió un boletín en el que alertaba que, debido a que la depresión tropical 10 -ubicada a 95 km al este-noreste del puerto de Veracruz y a 280 km al sureste de Tuxpan- se había intensificado hasta convertirse en la tormenta tropical Ingrid, se establecía una zona de alerta desde Coatzacoalcos, en la citada entidad, hasta La Pesca, en la vecina Tamaulipas.

 

En el mismo informe, se dio el aviso de que la depresión tropical 13-E se acercaba lentamente a las costas de Guerrero y Michoacán, en dirección oeste-sureste y a 240 km al sureste de Zihuatanejo, con vientos de 65 km/h y rachas de 86 km/h, flanqueando una vasta franja del litoral de ambos estados, desde Acapulco hasta Punta San Telmo. El fenómeno se intensificó y por tanto le adjudicaron, como estaba previsto, el nombre de Manuel, el cual siguió evolucionando en las siguientes horas hasta convertirse en huracán tipo 1, que tocaría tierra la tarde del sábado 15 de septiembre o al día siguiente por la mañana.

 

Tras los avisos de alerta, se hicieron previsiones en el sentido de que, debido al inusual fenómeno de depresión tropical en ambas costas nacionales, se esperaban precipitaciones de considerable cuantía que podrían abarcar una amplia zona de inestabilidad con desbordamientos de ríos, así como deslaves, además de las citadas entidades, en Tabasco, Oaxaca y Chiapas. De inmediato, algunos gobiernos estatales, como los de Tamaulipas y Veracruz -donde aún permanecía fresco en la memoria colectiva el paso letal de la tormenta tropical Fernando ysus 14 personas muertas– declararon alerta máxima y conjuntamente con el SMN recomendaron a la población civil y a la navegación marítima mantenerse al tanto y extremar precauciones por los efectos de lluvia torrencial, vientos fuertes y elevado oleaje.

 

En el resto del país, la atención estaba puesta en otro tipo de tormentas, con ubicación específica en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Ahora mismo trasciende también que algunas autoridades del interior no estuvieron a la altura de las circunstancias y que, en buena parte por eso, los efectos de estos fenómenos resultaron de mayor cuantía en cuanto a pérdidas materiales y, lo que es más lamentable, humanas.

 

En la dirección cibernética del portal de la Secretaría de Gobernación en Internet: http://www.atlasnacionalderiesgos.gob.mx/ figura el Atlas Nacional de Riesgos. Ahí, cualquier ciudadano puede obtener importante información respecto de la vulnerabilidad que hay en nuestro país, por su ubicación geográfica y las características del subsuelo, y en medio de un contexto en el que se combinan una serie de fenómenos naturales con los provocados por la acción humana -como  cambios climáticos acelerados, megahuracanes y el hecho de estar situados precisamente en una zona de alta sismicidad-. Por lo anterior, estamos expuestos a embates por los cuales, de no mantenernos alerta y en constante entrenamiento para elevar nuestras posibilidades de subsistencia, mediante programas de prevención y de protección civil, las pérdidas humanas y materiales resultarán más oprobiosas.

 

Frente a la ocurrencia de fenómenos naturales es muy poco lo que podemos hacer, pero ese poco es mucho si concebimos la información disponible como conocimiento ordenado con un propósito muy importante: tomar decisiones a tiempo y reducir sustancialmente los efectos perniciosos de tales fenómenos.

 

Una de estas fuentes es el Atlas Nacional de Riesgos, sistema de información muy completo y complejo cuya base de datos es proporcionada por distintas entidades e instituciones como el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), Centros de Investigación Conacyt, el Servicio Sismológico Nacional (SSM), la Comisión Nacional del Agua, el Gobierno Federal y los de los estados de la República, así como el propio SMN, entre muchos otros.