El señor Francisco J. Hernández Beltrán, lector de esta columna, nos comparte algunas preguntas que podríamos plantear con respecto a la capacidad tecnológica nacional para aprovechar mejor los recursos energéticos, tanto los renovables como los no renovables.

 

Hernández Beltrán destaca también el error en el que un servidor incurrió al denominar como  “shell gas” y el “shell oil”, términos que en realidad corresponden a “shale gas” y “shale oil”, respectivamente. Shale, nos corrige Hernández, es la palabra inglesa para esquisto (cierto tipo de roca), mientras que shell es caparazón o concha; además de ser el nombre de una de las trasnacionales petroleras más poderosas, la Shell Oil Corporationk, “empresa extranjera líder en tecnologías de explotación de estos yacimientos (cuya) sustentabilidad es puesta en duda, pues su explotación demanda el uso de agua en cantidades apreciables, amén del alto riesgo de contaminación en los  mantos acuíferos”, puntualiza Hernández.

 

Respecto de la relación entre los recursos petroleros y la capacidad tecnológica nacional para su explotación y mejor aprovechamiento, nuestro lector coincide con cierta información que el titular del Instituto Mexicano del Petróleo dio el miércoles pasado a los integrantes de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Senado de la República, en una reunión de trabajo con el Consejo Consultivo de Ciencias: tan sólo 5% del total de tecnología que se utiliza en todo el proceso de extracción, producción y comercialización petrolera es nacional.

 

Este mismo dato lo refirió el funcionario dos días después, en el marco del 4º interaCTIv@, ejercicio de discusión de las comunidades científica, tecnológica y empresarial con la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT); ejercicio en el que participa también y de manera virtual  la sociedad, a través de la Internet.

 

Es interesante el grado de coincidencia entre las preguntas, las opiniones y los planteamientos de la ciudadanía y de los expertos respecto de la necesidad que tenemos en México de aplicar auténticas políticas públicas y de Estado, tanto en esta columna como en la serie interaCTIv@, en el sentido de cerrar la brecha tecnológica. Ante la pregunta de qué hacer en el corto y mediano plazos para resolver esta apremiante dependencia, surgen inevitablemente los ejemplos de otras economías emergentes similares a la nuestra; en especial el caso de Brasil y su empresa de hidrocarburos, Petrobras.

 

A partir de los años 60 y, con mayor énfasis, de los 80 del pasado siglo, en Brasil se dieron a la tarea de intensificar la preparación de sus cuadros técnicos, científicos y tecnológicos, al tiempo que se crearon esquemas y plataformas de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación (en procesos, productos y servicios) y se modificaron los marcos normativos para permitir estos escenarios sin cortapisas al aliento de la inventiva y la creatividad de los investigadores y tecnólogos y resolviendo, de paso, algo que en México ha sido un gran obstáculo para la vinculación academia-empresa; el conflicto de intereses y el usufructo comercial con base en recursos públicos.

 

Hoy, 20 años después, Brasil abre oficinas de Petrobras en China, así como múltiples  refinerías y centros de investigación públicos y privados, donde se vinculan los sectores científico y tecnológico con las empresas e industrias, en su propio territorio para generar productos de alto valor que acrecientan tanto la sustentabilidad como la competitividad de su industria energética.

 

En contraste, como bien lo señala Hernández “en México, hemos sido testigos de la ausencia de esas políticas o bien de su deficiente concepción e implantación, y  cómo en ese mismo lapso, por intereses o desintereses que no se entienden, el desarrollo de la ingeniería mexicana se ha desmoronado, prefiriéndose tecnologías extranjeras aun cuando en algunos casos y en muchos aspectos, la mexicana sea superior.

 

Entre ambos eventos, el del Senado de la República y el 4º interaCTIv@ del Foro Consultivo, el mismo miércoles 11 de septiembre (de infausta memoria) se efectuó otra reunión de trabajo entre la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados y las comunidades de ciencia, tecnología e innovación. Ahí, los legisladores se comprometieron a impulsar iniciativas de ley para permitir una mayor inclusión de las comunidades de CTI y para contribuir a políticas de Estado que conduzcan a México hacia la sociedad y la economía del conocimiento. Ahí está marcada la ruta crítica y la información, la ciudadanía y las comunidades tienen la palabra.

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