LOS ÁNGELES.  En una entrevista en 2007 al líder de Microsoft se le escapó la risa al hablar del nuevo teléfono de Apple:

“No hay ninguna posibilidad de que el iPhone vaya a tener una cuota de mercado significativa”, afirmó Steve Ballmer burlón.

 

Desde entonces, Microsoft ha ido a remolque de sus competidores que cambiaron el paradigma informático con un sistema de aplicaciones y dispositivos móviles en un momento en el que el negocio tradicional de la PC estaba ya en decadencia.

 

Microsoft tardó 5 años en responder a ese desafío, el tiempo que le llevó lanzar un sistema operativo integral para computadoras, tabletas y móviles, Windows 8, capaz de estar a la altura de sus rivales.

 

Un lustro que obliga ahora a Microsoft a trabajar a marchas forzadas para recuperar el terreno perdido y en el que la compañía tuvo que forjar una alianza con Nokia –otra firma en decadencia– para acelerar la implantación mundial de su sistema Windows Phone y tiró de billetera para comprar Skype y posicionarse con firmeza en las comunicaciones por internet.

 

El CEO de Microsoft, Steve Ballmer, anunció el viernes pasado que dejará el cargo en los próximos 12 meses, una decisión inesperada que llega en un momento de transición e incertidumbre para la empresa y que ha entusiasmado a los inversionistas.

 

Tras conocerse la noticia, las acciones de la compañía se dispararon hasta un 8.7% en Wall Street, un porcentaje que evidenció que son muchos los que creen que a la casa de Windows le irá mejor sin Ballmer.

 

A sus 57 años, el aún cabeza visible del gigante informático se marcha porque, según dijo, Microsoft necesita un CEO para un largo plazo y su ciclo en la jefatura estaba próximo a su fin.

 

Se trata, no obstante, de una salida adelantada. Ballmer no tenía previsto ceder el bastón de mando tan pronto. Confesó que planeaba su retirada cuando Microsoft ya hubiera encarrilado su nuevo rumbo, lo que sus ejecutivos han venido a definir como la conversión en una compañía de dispositivos y servicios.

 

“Nunca es un momento perfecto para este tipo de transición, pero ahora es el momento adecuado”, señaló.

 

Las razones detrás de éste cambio de idea no están claras, aunque claro, la tibia acogida del Windows 8 y sus tabletas, seguramente provocaron su adiós.

 

El cofundador de la firma, Bill Gates, y actual presidente del consejo de administración, formará parte del grupo encargado de encontrar al nuevo CEO, que podría ser alguien de dentro o de fuera de la empresa.

 

Los expertos creen que sólo Gates podría rescatar a su empresa, hoy destrozada por las malas decisiones de Ballmer, la poca innovación que han presentado al mundo y por la serie de renuncias de altos ejecutivos clave que han hecho de la empresa un emporio que huele a muerto.

 

El ejecutivo, quien fue compañero de universidad de Bill Gates, se incorporó a Microsoft en 1980, cinco años después de su fundación, y consiguió el contrato que permitió que aquella “start-up” vendiera sus sistemas operativos a IBM. Un logro que hizo que escalara posiciones rápidamente.

 

Lideró varios departamentos hasta que en 2000 fue designado para ocupar el puesto de Gates.

 

Con él vieron la luz productos como Windows XP y Windows 7, o la popular consola Xbox 360, pero la compañía fue perdiendo influencia poco a poco.

 

En 1999 era la empresa más valiosa del mundo en bolsa, en 2013 Apple y Google la humillan diariamente. Steve Jobs no está presente, si estuviera, seguramente estaría recordándole a Ballmer que no debió haberse reído del iPhone, pues esa burla hoy lo persigue para recordarle que en algún momento perdió la brújula que indica dónde está el futuro y el dinero.