Todos deberíamos aspirar a obtener por nuestro trabajo salarios, sueldos y percepciones lo suficientemente decorosas para brindar a nuestras familias una mejor calidad de vida y bienestar.

 

Cuando nos enteramos que las celebridades deportivas obtienen ganancias millonarias en euros o dólares nos da gusto y hasta puede parecernos equitativo que así sea, dado el bienestar imaginario que nos produce verles competir y ganar trofeos y medallas que sentimos como propios, especialmente entre futbolistas y boxeadores pues no suele ocurrir lo mismo en otros deportes.

 

Por otro lado, cuando nos enteramos de los sueldos que perciben los miembros de las cúpulas de la clase política, o que a ciertos magnates empresariales les devolvieron o dedujeron parte de los impuestos que pagaron, nos invade una sensación de injusticia y hasta somos presa del “resentimiento social”.

 

Sin embargo, cuando nos enteramos que algún académico, científico, tecnólogo o inventor mexicano recibió algún premio, casi nunca trasciende que, además del apreciado aunque simbólico diploma o reconocimiento, la cantidad en metálico suele ser pequeña, y rara vez nos detenemos a considerar que las mujeres y los hombres de la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación también merecen obtener ganancias decorosas y acordes con la importante aportación que brindan a la sociedad con sus descubrimientos y la transformación de éstos en nuevos o mejores productos o procesos. Muchos de esos descubrimientos pueden significar la solución a problemas nacionales como el hambre, la miseria, la falta de transparencia, la impunidad o los distintos analfabetismos e incluso podrían inspirarnos a todos a buscar mejores condiciones de vida política, económica, social y cultural.

 

Estamos dejando de lado mensajes importantes: uno de ellos es que si las y los integrantes de la comunidad de CTI ganaran tanto como las celebridades de los deportes, la política o los espectáculos, nuestros niños y jóvenes podrían fácilmente identificarlos como modelos a seguir. ¿Cómo esperamos generar vocaciones científicas y tecnológicas en la juventud si les enviamos la imagen de un futuro de penurias si se dedican a la ciencia, la tecnología y la innovación?

 

Los mensajes que transmitimos socialmente tienen una poderosa carga semántica. Van unos ejemplos: ¿qué pasaría si, cuando se da la noticia de la incautación de un cargamento de droga, en lugar de revelar su precio en el mercado negro se diera a conocer a cuántas personas se podría intoxicar con ello?; ¿o qué pasaría si además de denunciar que tal o cual funcionario defraudó al país con determinada cantidad, se dijera también cuántos años de cárcel corresponden por ese delito y cuántos mexicanos pasarían hambre y miseria por su culpa? ¿Será que estamos mostrando las cosas por el camino equivocado?

 

En un análisis elaborado por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT), respecto de las posibles razones que inhiben el retiro voluntario o la jubilación entre los miembros del Sistema Nacional de Investigadores, se destaca que es precisamente la pérdida o disminución de las percepciones económicas -en especial la cobertura de gastos médicos mayores- el mayor de los impedimentos para que los miembros de mayor edad opten por dejar sus sitios a las nuevas generaciones. (http://www.foroconsultivo.org.mx/libros_editados/sni_informe_final.pdf).

 

Por otro lado, integrantes de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados se acercaron a los investigadores del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (LANGEBIO) para impulsar juntos y con apoyo del Foro Consultivo un simposio para analizar y discutir las posibilidades de aprovechar la genómica agrícola para crear, impulsar y consolidar más empresas de base científica y tecnológica con esta vocación, que se dediquen al desarrollo de las capacidades regionales.

 

Los empresarios, investigadores y legisladores ahí convocados aportaron sus ideas y acordaron transformarlas en iniciativas de ley para propiciar un mejor desarrollo regional, a partir de la CTI, que imprima valor agregado a sus productos e incrementen tanto la competitividad en los mercados como los ingresos locales. El mensaje es claro: el conocimiento vale y mucho.

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