A principios de 2011, científicos de la Universidad de California experimentaron con semillas de la fresa que se produce en Irapuato y notaron que la fisetina, sustancia ricamente presente en la frutilla, aumentaba la capacidad de memoria a largo plazo de un grupo de ratones de laboratorio, lo que puede traducirse como una oportunidad para el desarrollo de fármacos contra el Alzheimer.

 

Por su parte, científicos mexicanos del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (LANGEBIO) desarrollan interesantes experimentos para mejorar las cualidades genéticas de la fresa y con ello lograr que Irapuato recupere su lugar como principal productor y exportador.

 

Por otro lado, para 2050, cuando la población humana en el planeta llegue a nueve mil millones de habitantes, una de las principales preocupaciones, junto con el abasto de agua potable, será garantizar la producción de alimentos para todos y, en opinión del doctor Albert Sasson, lo primero que hay que hacer ahora para enfrentar ese futuro es combatir la pobreza extrema, que sólo se resuelve mediante algo que va más allá de pan y agua: el conocimiento científico.

 

Ciertamente, como lo indica este experto nacido en Marruecos en 1935, “la lucha contra el hambre y la miseria es una tarea de gobierno y de la sociedad civil; es un problema político pero también socioeconómico. El conflicto no es exclusivo de los países pobres; hay hambre incluso en naciones ricas; o bien, hay malnutrición (como la obesidad) en regiones en desarrollo”.

 

Sorprendentemente –señala Sasson– 70% del hambre en el mundo se da en el campo. Los pequeños agricultores se ven imposibilitados para alimentarse de sus productos y la situación empeora cuando pretenden competir en el mercado local (el global les está vedado) y obtener de ellos un usufructo digno.

 

¿Puede la ciencia hacer algo al respecto? Sí, pero a condición de que el conocimiento que genera la investigación básica se transforme, mediante el desarrollo tecnológico y la inversión empresarial, en nuevos o mejores productos, de modo que puedan competir en condiciones de igualdad en cualquier mercado.

 

Con esta cuestión como fondo, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT), la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados y el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (LANGEBIO) llevarán a cabo el próximo viernes 16 de agosto, en el auditorio de este último, en Irapuato, el simposio “Contribuciones de la Agrogenómica para el Desarrollo Empresarial y la Competitividad Nacional”.

 

La idea es convocar a empresarios nacionales interesados en invertir, impulsar y consolidar entidades productivas con base científica y tecnológica (EBCyT), en especial en genómica agrícola, para sentar las bases de la apropiación del conocimiento y contribuir a la producción de más y mejores alimentos para todos.

 

Como lo refiere el diputado Alejandro Rangel, secretario de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara Baja, se tienen que abordar tres problemas muy concretos: “lograr una reforma legislativa para que los científicos, los investigadores y los estudiantes puedan generar patentes, generar innovación que les reditúe también a sí mismos; dos, corregir el atraso en el flujo de los recursos que ya hoy se tienen destinados a la ciencia y la tecnología, y tres, el asunto de quienes fiscalizan la ubicación de esos recursos, una vez que son entregados, pues adolecen de criterios técnicos o científicos para comprender las flexibilidades que el área científica y tecnológica necesita en su aplicación”.

-oo0oo-