Cuando el 12 de noviembre pasado la estadunidense Sherwin Williams anunció, a través de un comunicado, que había llegado a un acuerdo para adquirir Comex en dos mil 340 millones de dólares, todos los ojos se dirigieron hacia la Comisión Federal de Competencia (CFC).

 

Aquí le dijimos que el apetito de Sherwin Williams podría ser frenado por la CFC porque la adquisición de la mayor empresa de pinturas y recubrimientos del país suponía una clara posición dominante en el mercado de los recubrimientos decorativos, participación que calculábamos podría llegar a 65% del mercado.

 

Y es que en los últimos años, con la adquisición de las marcas Napko y Flex, Sherwin Williams alcanzó una participación que se calcula entre 12% y 15% que se añadiría al 52% de mercado que posee la empresa de la familia Achar.

 

De hecho, la extensa red de tres mil 300 tiendas Comex en el país, bajo diversos formatos, llegaría a tres mil 600, sumando los 300 puntos de venta de la empresa estadunidense en México. Una presencia aplastante frente a una competencia de enanos.

 

Por eso no extraña la posición de tres de los cinco comisionados de la CFC, quienes se opusieron a la fusión en el mercado de los recubrimientos decorativos (pinturas residenciales) porque “Comex -argumenta la CFC en su boletín de prensa- cuenta con poder de mercado, es decir, la capacidad de imponer condiciones sin que algún competidor pueda contrarrestarla. Esta capacidad se deriva de su control sobre la red de distribución más grande del mercado y la acumulación del mayor portafolio de marcas de la industria, en un contexto de altas barreras a la entrada al mercado. La fusión entre Sherwin Williams y Comex implicaría una acumulación de participación de mercado de entre 48 y 58 por ciento, dependiendo del tipo de recubrimiento decorativo, entre seis y diez veces más grande que la del competidor más cercano”.

 

El argumento de la CFC para oponerse a la operación confirma lo que ya le decíamos en noviembre. Pero lo interesante a observar es que el Pleno de la CFC argumenta que es el tamaño y el control que ya impone la red de Comex en su mercado la razón principal para oponerse a la operación, más allá de los resultados que traería consigo la fusión en sí misma. Así lo argumenta en el boletín de prensa.

 

Pero al esgrimir este argumento la CFC se da un balazo en el pie, porque el “poder de mercado”, la “capacidad de imponer condiciones”, “su control sobre la red de distribución”, y la “acumulación del portafolios de marcas” que posee Comex, debió ser investigado -y en todo caso sancionado- por el ente antimonopolios, siguiendo su mandato de ley en beneficio de la competencia en estos mercados y de los consumidores, mucho antes que se vea forzada a investigar el caso por la operación en ciernes.

 

La pregunta es por qué la CFC no lo hizo con anterioridad y por qué hasta ahora esgrime este argumento a propósito de la sanción de esta operación, cuando a todas luces Comex impone condiciones en su mercado. Pero la misma pregunta podría plantearse al pleno de la CFC en otros casos de empresas cuyas prácticas dominantes en sus mercados son similares a las de Comex, sin que la autoridad antimonopolios se pronuncie o haga algo al respecto.

 

Ahora la negativa de la CFC está sobre la mesa y Sherwin Williams -que apostó en serio por la compra de Comex- tendrá que convencer a uno de los comisionados para obtener la autorización. Una alternativa para lograrlo sería que Sherwin Williams se desprendiera de su división de recubrimientos decorativos para reducir la dominancia resultante en ese mercado.

 

Habrá que ver la congruencia en las decisiones, porque la CFC ya dijo que la sola red de Comex tiene la capacidad de imponer condiciones en su mercado. ¿Entonces?