Derivado de las fugas de información del Departamento de Estado y de la Agencia Nacional de Seguridad, hemos obtenido una mirada de cómo opera el sistema de información e inteligencia de Estados Unidos. Entre las fortalezas que hemos vislumbrado resaltan tres aspectos. El primero sería la continuidad en los objetivos de seguridad nacional a pesar de haber enfrentado un cambio de gobierno. La administración del presidente Barack Obama ha cambiado muy poco el enfoque temático de la seguridad nacional.

 

Tomemos como ejemplo el cierre de la prisión en Guantánamo, que era una propuesta de campaña de Obama y hoy continúa operando. Otro ejemplo es la continuidad de los programas de monitoreo y análisis de información operados por la Agencia Nacional de Seguridad, que iniciaron en la administración del presidente George Bush y ahora recibieron cuantiosos aumentos en partidas presupuestales bajo la nueva administración.

 

El segundo aspecto que llama la atención es la capacidad de análisis de los diplomáticos estadunidenses para desarrollar reportes de inteligencia con base en fuentes abiertas de información y entrevistas con actores locales. Los memorándum revelados en el portal de Wikileaks ahora son tomados para el estudio de caso en una escuela de posgrado de política exterior, pero no por el contenido sino por el formato y la capacidad de síntesis y análisis que contienen. Todos los empleados de una embajada hacen reportes sobre fuentes abiertas y llegan a un país para crear redes y extraer conocimiento. Este conocimiento es una de las bases de la influencia y fortaleza de la política exterior de Estados Unidos.

 

A pesar de que siempre escuchamos sobre la descoordinación en los gobiernos, y más aún en materia de seguridad, por el celo de intercambiar información, vemos que en la mayoría de los casos la política exterior de EU es coordinada y tiene un líder que es el Departamento de Estado, ya que las agencias en materia de seguridad se adaptan a su agenda y prioridades.

 

En México no hemos invertido en nuestro servicio exterior y el resultado es una pérdida de influencia global. Un claro ejemplo es la candidatura de Herminio Blanco a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en donde los diplomáticos mexicanos dieron informes erróneos al secretario de Relaciones Exteriores y al Presidente.

 

La falta de presupuesto de la SRE y el bajo número de empleados en las embajadas no es culpa de los secretarios de Hacienda sino de los secretarios de Relaciones Exteriores que no han podido articular un proyecto viable. La falta de nuevos cuadros y la escasa movilidad en el programa de servicio civil de carrera hace que los mejores diplomáticos que tiene México emigren al sector privado o, en su defecto, a otras secretarías, donde obtienen una especialización temática y hacen cada vez más irrelevante el papel de la Cancillería.

 

Una Cancillería débil también debilita la cooperación de México para enfrentar los crímenes transnacionales y fomentar la cooperación entre países. Esto se ve claro en Centroamérica, donde México fue uno de los pilares para restaurar la paz en la región en los 90 y ahora vemos que el papel de Colombia es un factor de equilibrio para enfrentar las amenazas del narcotráfico.

 

La centralización de atribuciones de seguridad nacional en la Secretaría de Gobernación fue una decisión atinada. Sin embargo, en el escenario internacional, la Cancillería debería ser la voz principal, una vez que se fortalezca.

 

Nuestras embajadas, antes de ser puntos de promoción, deben ser centros de recopilación de información de fuentes abiertas para que podamos entender de primera mano lo que sucede afuera de México. La información que se recopila de manera sistemática y con una metodología se convierte en inteligencia y ésta sirve para que los tomadores de decisiones puedan escoger estrategias eficientes, para lograr sus objetivos.

 

En los próximos años, la agenda internacional va a presentar varios desafíos a México, y México debe estar listo para ello.