Lo que le faltaba a España. Al parecer, la crisis del euro es sistémica; lo mismo contagió a la monarquía que al gobierno de Mariano Rajoy a través del caso Bárcenas. Pero lo increíble de todo es que el contagio haya saltado al poder blando: el futbol. Sucedió en el sistema nervioso del conglomerado de los merengues.

 

Un buen día de 2003, un empleado del club avisó a Vicente del Bosque la decisión del patrón general del Real Madrid: te vas porque no eres mediático. Ganar títulos no mantenía contento a Florentino Pérez. Lo único que Del Bosque pudo ofrecerle al Madrid fueron precisamente títulos; siete, distribuidos de la siguiente manera: dos Champions (el máximo título al que un equipo europeo puede aspirar), dos ligas, una supercopa de España, una supercopa de Europa y una copa intercontinental.

 

Florentino Pérez ya estaba harto de que su equipo ganara títulos con Del Bosque. Por eso lo corrió. Necesitaba contratar a un líder mediático que se encargara de azuzar a los seguidores clásicos del Real Madrid pero también de los nuevos seguidores indecisos que se incorporan minuto a minuto a través, por ejemplo, de la compra de camisetas. El negocio rueda veloz. Mucho más que el balón del futbol.

 

Es probable que los estudios de marketing que recibió Florentino Pérez sobre la imagen de Del Bosque le hayan transferido información semiótica como la siguiente: “La imagen de su entrenador es sólo comparable con el buen hombre del bar con el que se puede charlar sobre futbol horas y horas, pero que, al final del día, la impresión de los contertulios es que Del Bosque es un hombre sin carácter que no sabe vender ideas”. Ocho entrenadores después, la historia se repite. Jorge Valdano le avisó a su amigo Pellegrini la decisión del patrón: te vas porque no eres mediático. A Valdano le dolió la decisión porque de él fue la idea de invitar a Pellegrini como entrenador de los merengues.

 

¿Qué significa ser mediático en el siglo XXI? Un buen fabricante y vendedor de percepciones. Un auténtico político del poder blando tiene la obligación de ser mediático; sin la generación de empatías no se puede vender percepciones, y sin ellas, el negocio se cae. Vender es actuar: un showman de las canchas, que lo mismo le pique el ojo al asistente de Guardiola, el anatema de Mourinho, que pida a sus jugadores convertir sus pies en hachas para descuartizar los muslos de Messi. Y así, Mourinho convirtió a Pepe y a Marcelo en miembros del escuadrón anti Barcelona.

 

Florentino pensó haber encontrado la fórmula tipo Google del futbol. Buscar negocio era pronunciar el nombre de Cristiano y el apellido de Mourinho. La prioridad era sacar del marasmo aburrido al equipo y después, ganar la Champions a costa del Barcelona.

 

Como si de un videojuego se tratara. Mourinho fue eliminando a sus enemigos internos e insultó a los externos. Pidió la cabeza de Jorge Valdano, y la cabeza del embajador argentino corrió por las gradas del Bernabéu. Decidió desmontar y humillar al icono del Madrid, Íker Casillas y el portero se fue a la banca para ser humillado frente a las multitudes.

 

De títulos ni hablar. El Barcelona de Guardiola convirtió a Mourinho en caricatura. Un buen día, el catalán les dijo a los periodistas: Mourinho es el puto amo. Fin de la telenovela. Se fue Guardiola y Mourinho pensó que por fin, se convertiría en el amo de la película.

 

Mourinho firmó su sentencia con el Real Madrid el día que humilló a Casillas, enviando el mensaje de que el portero se dejó meter goles. Unos meses después, ayer, Florentino anuncia la salida de Mourinho del equipo. Supongo que la decisión no la toma porque no ganó la Champions, sino por cuestiones mediáticas.

 

Florentino intentará reelegirse y hará todo lo posible para llevar a Emma Watson al Santiago Bernabéu para que le haga el milagro de reposicionar al equipo. Total, lo que menos importa son los títulos.