Efraín Ríos Montt ha sido dictador de Guatemala, presidente del congreso, pastor evangelista y ahora, a los 87 años, es el primer ex gobernante autoritario en América Latina condenado por genocidio en su propio país.

 

Un tribunal de tres miembros declaró también a Ríos Montt culpable de crímenes contra la humanidad, y lo condenó a 890 años de prisión.

 

Enigmático, de rostro adusto y voz de bajo, inició su carrera militar como cadete en 1946 y ascendió a general de brigada en 1972.

 

Se presentó como candidato a presidente en 1974, y perdió en una elección que muchos calificaron de fraudulenta. En marzo de 1982, encabezó un golpe de Estado que le permitió detentar el poder durante 18 meses, en la etapa más sangrienta de una guerra civil que duró 36 años.

 

Fue durante esa etapa que el ejército cometió la mayor parte de las 617 masacres de pueblos indígenas mayas como parte de una ofensiva de tierra arrasada, respaldada por Estados Unidos, contra una insurrección izquierdista iniciada en el centro del país.

 

Los fiscales alegaron que Ríos Montt, cuando detentaba el poder, tuvo conocimiento y fue responsable de la matanza por sus subordinados de al menos 1.771 mayas de la etnia ixil en las poblaciones de San Juan Cotzal, San Gaspar Chajul y Santa María Nebaj, departamento Quiché, en las sierras occidentales.

 

Añadieron que el plan era eliminar a la etnia ixil.

 

El gobierno de Ríos Montt es recordado por su feroz campaña contra la insurgencia, por los jueces sin rostro que presidían juicios sumarios de presuntos subversivos y por los mensajes moralistas y religiosos que el dictador pronunciaba por televisión los domingos por la noche.

 

“El hombre que tiene dos mujeres es un cerdo; la mujer que tiene dos hombres es una gallina”, dijo en una de las emisiones.

 

Ríos Montt fue derrocado por un golpe de Estado en agosto de 1983. Para entonces, había sembrado la discordia entre los guatemaltecos: los militares estaban furiosos por los ascensos otorgados a oficiales jóvenes a despecho de la tradición; los empresarios y la clase media, por la creación de nuevos impuestos; los católicos, por el desaire al papa Juan Pablo II, quien había intercedido por varios condenados a muerte.

 

Como cristiano evangélico, Ríos Montt se negó a inclinarse ante el pontífice durante su visita al país de amplia mayoría católica en 1983.

 

Irónicamente, Ríos Montt es hermano del obispo Mario Enrique Ríos Mont, quien ha encabezado la comisión de derechos humanos del episcopado guatemalteco.

 

A pesar de su gobierno de mano dura, Ríos Montt conservó su popularidad entre muchos guatemaltecos, sobre todo en las zonas más golpeadas por la ofensiva militar contra la guerrilla, debido aparentemente a sus políticas de bienestar social y la paz, siquiera incierta, que impuso su campaña.

 

Durante su juicio, unos 500 mayas ixiles llegaron a la capital para manifestar su apoyo en autobuses, con carteles que tachaban de mentira la idea de que Ríos Montt había intentado un genocidio contra la etnia.

 

Los manifestantes llegaron de Nebaj, una zona donde el Ejército cometió algunas de las peores matanzas.

 

Pero cuando Ríos Montt fue a juicio este año, decenas de víctimas testificaron haber sobrevivido a violaciones, masacres y otras atrocidades. Dijeron que niños, mujeres y hombres desarmados eran asesinados en una campaña que buscaba eliminar el apoyo a una guerrilla de izquierda.

 

Ríos Montt alcanzó tal popularidad que en 1985 se agregó un artículo a la Constitución que le prohibía a él y sus descendientes postularse a la presidencia. A partir de entonces, se esforzó por modificar la ley y fortalecer el Frente Republicano Guatemalteco, un partido de derecha que creó registró en 1990.

 

Regresó al gobierno como legislador en 1999, cuando su candidato Alfonso Portillo ganó la presidencia y el FRG obtuvo la mayoría en el Congreso. El partido lo designó jefe de su bloque de congresistas.

 

Ríos Montt pudo realizar su sueño de volver a contender por la presidencia en agosto de 2003. La Corte Constitucional anuló varios fallos previos y autorizó su candidatura en medio de violentas manifestaciones protagonizadas por decenas de miles de campesinos pobres en la capital. Pero terminó en un lejano tercer puesto, perjudicado por los escándalos de corrupción y la inseguridad creciente que caracterizaron el gobierno de Portillo.

 

A pesar de una serie de investigaciones internacionales que lo hallaron responsable de crímenes de guerra, Ríos Montt mantuvo su escaño en el Congreso durante 15 años, hasta que perdió una reelección en 2011. Al perder su inmunidad parlamentaria, fue colocado bajo arresto domiciliar.

 

En enero de 2012 fue acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad. El juicio comenzó en marzo, después que las cortes rechazaron un centenar de recursos.

 

El juicio apareció como un punto de inflexión en la historia de un país que aún padece el trauma de un conflicto que dejó unos 200.000 muertos.

 

Sentado rígidamente en la corte, vestido con impecable traje oscuro y zapatos lustrosos, el ex general rechazó con firmeza toda culpa.

 

“Me declaro inocente”, dijo Ríos Montt al tribunal de tres jueces el jueves, mientras muchos de los presentes aplaudían. “Nunca he tenido la intención ni el propósito de destruir a ninguna etnia nacional”.

 

“Nunca ordené que se atentara contra una raza, nunca lo hice y de todo lo que han dicho no ha habido una clara participación”, añadió.

 

Ríos Montt tuvo tres hijos. Homero, el mayor, murió en 1982 cuando los guerrilleros derribaron el helicóptero en que viajaba. Su otro hijo, Enrique, fue militar y luego ministro de Defensa durante el gobierno del partido de su padre.

 

Zury, la menor, es miembro del partido de su padre y ocupó varias veces un escaño en el Congreso. Está casada con un ex miembro de la Cámara de Representantes estadounidense, el republicano Jerry Weller.