En el capítulo cuatro de la serie de televisión The Newsroom, Aaron Sorkin retrata las tribulaciones de un espacio noticioso dentro de un canal informativo que es competencia de CNN, FOX y MSNBC para reportar de forma certera y sin errores el atentado contra la congresista por Arizona Gabrielle Giffords.

 

En la secuencia, productores y redactores deben de ser cautos para dar a Giffords como fallecida. El hijo de la dueña del canal exige que se dé por muerta a la legisladora puesto que CNN y FOX ya lo habían hecho. La producción se niega y es amenazada hasta que se sabe la verdad: Gaby está viva.

 

La ficción es apasionante pero basta recordar que el error de las cadenas en el que se basa Sorkin para su guión fue real.

 

Ese 8 de enero de 2011, las tres principales cadenas cayeron en el error de matar a la congresista, basados en la versión divulgada por la radio pública norteamericana de su asesinato. La versión fue equivocada. El error fue mayúsculo pero compartido.

 

La semana pasada, el fantasma Giffords recorrió de nueva cuenta la CNN, ahora con mayor fuerza.

 

John King, cabeza de corresponsales de CNN y el maestro del pizarrón mágico electoral, cimbró redacciones con la noticia de que la policía había arrestado a un sospechoso de los atentados en el Maratón de Boston del lunes 15. La nota cimbró a los medios y algunos de ellos, prensa y televisión, se subieron en el carrusel.

 

El gozo se fue al pozo cuando se informó por parte de la policía bostoniana que la versión era falsa.

 

El correo en CNN cayó -o calló, como quieran- por espacio de 15 minutos, lo que también disminuyó fue la credibilidad de CNN.

 

El canal ha sufrido de bajos ratings y audiencias fugaces desde hace años. Aunque el problema es doméstico -sus servicios internacionales son aún pieza importante de conocimiento a nivel global- a CNN le duele que el público busque opciones partidistas como el barco de Murdoch o el avión de la NBC como su principal fuente de conocimiento noticioso.

 

Contrataron a Jeff Zucker y Zucker contrató a James Earl Jones como voz del canal -So 80s- y a Anthony Bourdain como uno de sus nuevos conductores.

 

Con esto y el cierre del departamento de documentales del canal, Zucker comenzó a aligerar el canal para hacer un receptáculo de infotainment enorme.

 

Las críticas han arreciado hacia la creación de Ted Turner que, si uno recordara, en un inicio tenía programas muy parecidos a lo que ahora proponen. La primera CNN era más liviana, menos sería, más campirana.

 

Como las hamburguesas de Turner.

 

Fue desde entonces que secciones de cocina y turismo existían. Bernard Shaw era jocoso hasta que el agosto del 90 lo transformó en voz internacional. La primera guerra del Golfo dio un nuevo giro a los canales de noticias donde lo inmediato era el rey.

 

Con la competencia de redes sociales, lo inmediato no era ventaja, sino mandatorio. De ahí que los caminos eran la opinión o la exclusiva.

 

De ahí las pifias y los dislates en búsqueda de ella. El problema es que no puedes darte el lujo de tanto dislate si eres una televisora con tanto en juego.

 

Y más aún, si tus errores servirán de guión para Aaron Sorkin.